Opinión | FIRMA INVITADA

Santiago Villanueva

Presidente de Plena Inclusión

‘Bullying’ y discapacidad, un binomio a romper

Las víctimas suelen ser las que se ven obligadas a alejarse de sus agresores, como si las consecuencias del acoso no fueran ya suficiente castigo

La agresión a un alumno con parálisis cerebral en un instituto de Cantabria ha devuelto al debate público una realidad que siempre debimos tener presente: la del acoso escolar al alumnado con discapacidad. Y es que, por desgracia, ocho de cada diez estudiantes con discapacidad sufren bullying en España, según el estudio Acoso y ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad, desarrollado por la Fundación ONCE y Cermi.

Desde Plena Inclusión Aragón, la asociación de entidades para personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, condenamos estos hechos, y recordamos que historias parecidas se producen cada día en centros educativos de todo el país. El acoso escolar al alumnado más vulnerable es muy común, y la discapacidad sigue siendo percibida como síntoma de vulnerabilidad por los acosadores.

Mandamos todo nuestro apoyo y solidaridad al joven de Cantabria, a su familia y a todos los estudiantes que sufren ese calvario. Y también aplaudimos la reacción del resto del alumnado del Instituto Torres Quevedo de Santander que, mostrando su apoyo al agredido, ha conseguido con su presión que esta vez sean los acosadores quienes tengan que cambiar de centro.

Normalmente, son las víctimas las que se ven obligadas a alejarse de sus agresores, como si las consecuencias del acoso escolar no fueran ya suficiente castigo. Su impacto emocional puede provocarles efectos devastadores, que llegan a comprometer su futuro: miedo, ansiedad, dificultad para dormir o concentrarse, baja autoestima, depresión, somatizaciones y, en los casos más graves, el suicidio.

Pero tampoco los agresores resultan indemnes. Interiorizan que los demás aceptan sus intimidaciones y aprenden a maltratar, por lo que luego les resulta difícil mantener relaciones interpersonales sanas e igualitarias.

Ni tan siquiera los testigos salen bien parados. Crece el temor a ser victimizados, por lo que muchos acaban convirtiéndose en cómplices. Incluso perciben cómo el agresor resulta mejor valorado en el grupo que el agredido, y se acostumbran a vivir en un clima interpersonal en el que, como si fuera inevitable, escasea la solidaridad, domina el abuso e impera la ley del más fuerte.

El bullying no es cosa de niños ni un problema exclusivo del agresor y el agredido. Afecta a toda la comunidad escolar y, por tanto, al conjunto de la sociedad. Por ello, requiere de soluciones conjuntas y participadas. Y no puede ser tomado como un fenómeno aislado, sino que es una más de las dinámicas violentas que salpican desde las relaciones familiares hasta las laborales, pasando por la política o cualquier ámbito social.

En Plena Inclusión Aragón conocemos bien el fenómeno porque muchas de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo a las que apoyamos lo han vivido en primera persona, y no queremos mantenernos al margen. Por ello hemos capacitado a nuestros profesionales.

También hemos formado a personas con discapacidad que en su día fueron víctimas, para crear un grupo de apoyo para aquellas que lo sufren en estos momentos. Para concienciar, algunas protagonizaron el cortometraje Voces en el silencio, mención especial en el Festival BeFree de Zaragoza. Otras imparten charlas en institutos para tratar de normalizar la discapacidad intelectual.

Según el informe que citaba al principio, tanto los jóvenes con discapacidad como sus familias y su profesorado atribuyen al hecho de «ser diferente» el factor desencadenante para sufrir acoso escolar. Es responsabilidad de todos darle la vuelta a esta situación para que la diferencia sea motivo de orgullo y seña de identidad de nuestros centros educativos, porque la diversidad nos enriquece.

En Plena Inclusión apostamos por la educación inclusiva como el mejor sustrato en el que cultivar una sociedad en la que todas las personas se sientan dignas e iguales y puedan convivir desde el respeto. La escuela, como herramienta de transformación social, tiene la función de resolver las injusticias y desequilibrios que ejercen fuertes presiones excluyentes contra determinados colectivos, como las personas con discapacidad.

Pero, por el contrario, asistimos con estupor a un espectáculo lamentable, en que los centros educativos se convierten en el lugar en donde se inicia la violencia y el acoso de unos contra otros, en vez de erigirse como el espacio donde aprender a convivir en paz y a construir igualdad desde el respeto a la diferencia. Solo la educación inclusiva prepara a las niñas y los niños para una sociedad compleja y diversa.

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