Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Gibraltar (I)

Mi tatarabuelo, Juan Bautista Cabrera Ivars, fue desterrado por Isabel II y tuvo que refugiarse en Gibraltar. Motivo, las denuncias del clero andaluz por sus contactos con los pastores anglicanos que, en aquella Sevilla de 1860, luchaban por la libertad de cultos. Cabrera Ivars era sacerdote católico, pero se enamoró, se casó y abrazó el protestantismo. Un encuentro en Algeciras con el general Prim, presidente del Gobierno español, le abrió las puertas del retorno y pudo regresar a Sevilla. Prim, como liberal, protegía la libertad religiosa. En Sevilla, Juan Cabrera fundaría la Iglesia Española Episcopal, de la que llegaría a ser su primer obispo. 

Durante su exilio en Gibraltar, Cabrera impartió clases, tradujo al castellano textos bíblicos y ofició en la capilla de los franciscanos, adaptada a la liturgia luterana  (hoy King’s Chapel, en Main Street, junto a la residencia del gobernador británico). En tiempos de la I República y la Restauración, La Línea no existía. Sus actuales calles eran campos con ganaderías, playas desiertas con alguna barca de pescadores aquí y allá... Las primeras fotos de Gibraltar muestran en el último tercio del siglo XIX una población escasa con un puerto donde fondeaban barcos de vapor, incluidos buques de guerra de la Armada inglesa. El conflicto con España se remontaba al Tratado de Utrecht de 1713. Como consecuencia de la guerra de Sucesión entre Borbones y Austrias, Inglaterra se hizo con posesiones españolas. Menorca nos sería devuelta. No así, The Rock, en cuya cima sigue ondeando la bandera de la que muchos llaman «pérfida Albión».

A lo largo del siglo XX, y hasta ahora, Gibraltar, sin que España lo reconociera jamás, ni siquiera como territorio autónomo, ha continuado poblándose y fortificándose. En las dos grandes guerras mundiales tuvo un fuerte protagonismo como base aérea y naval. Con el franquismo, el Gibraltar británico resistiría las reivindicaciones españolas, amparándose bajo la fórmula de un Protectorado asimilado a la Commonwealth. Durante la Transición, con Suárez, Felipe González, etcétera, la situación geo-política, matizada por sucesivos acuerdos de corte económico o laboral, se mantuvo inamovible. Hay, en la actualidad, un gobierno gibraltareño autóctono, hay elecciones, derechos, libertad de prensa, de cultos... Pero ningún elemento estructural –ni siquiera ambiental–, ni tampoco la esperanza de un próximo pacto permite pensar que Gibraltar vuelva a ser español. Objetivo que no parece nada sencillo. Todo lo contrario... 

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