Opinión

La alternativa china

Pedro Sánchez se dispone a viajar a China por tercer año consecutivo en unas condiciones radicalmente distintas a las que se dieron en sus visitas anteriores de 2023 y 2024. En un clima de máxima incertidumbre en el comercio mundial provocada por la política arancelaria de Donald Trump, cuando el comportamiento de las bolsas aún no toca fondo, se agrandan las perspectivas de recesión, se deprecia el dólar y se abarata el petróleo, el contacto con Pekín es una necesidad.

La economía china representa el 17% del PIB mundial, es la única con capacidad de respuesta autónoma e inmediata al castigo arancelario -ha reaccionado con idéntico gravamen del 34% al impuesto por la Casa Blanca a sus exportaciones con destino a Estados Unidos- y está deseosa de resucitar su viejo proyecto de la nueva ruta de la seda, acogido con muchos recelos en casi toda Europa hasta fecha reciente.

Los datos son suficientes para llegar a la conclusión de que en la búsqueda de alternativas al choque arancelario de Trump, los intercambios con China son de los pocos que pueden tener un efecto parcialmente paliativo de la previsible caída de las exportaciones a Estados Unidos -la India y los países del Mercosur tienen economías visiblemente menos dinámicas- y del impacto en la economía española. Bien es cierto que China arrastra sus propios problemas internos en algunos sectores como el inmobiliario y la banca, pero necesita a su vez abrir nuevos frentes de negocio. En todo caso, está en condiciones de preservar muchas cadenas de suministros y de diversificarlas con garantías.

Pendiente todo de la respuesta que dé EEUU a la propuesta europea de establecer mutuamente un arancel cero, el resultado final del viaje a China dependerá en gran medida de la capacidad europea de articular una respuesta unitaria. Porque sin unidad y con una unidad precaria, la posición de cada socio europeo se debilitará. Y en este sentido no deja de ser preocupante la posición de Italia, que reclama dosis complementarias de prudencia a la respuesta europea porque, en última instancia, el movimiento de Trump tiene un componente ideológico no demasiado alejado del de Giorgia Meloni. Lo que es tanto como decir que un exceso de matices y salvedades en la reacción europea puede afectar a su eficacia.

Es asimismo deseable que prevalezca el sentido de Estado en los dos grandes partidos españoles para que no conviertan este viaje y las iniciativas ya conocidas en episodios contaminados por el habitual clima enrarecido. Si la falta de unidad europea puede ser dañina para que la reacción de la Unión sea efectiva, la falta de acuerdo esencial entre PSOE y PP puede ser lesiva para que las gestiones en curso den resultado. Es sabido que nada podrá paliar del todo la erosión del comercio mundial, por el peso de los intercambios de Estados Unidos con Europa, en general, y con España, en particular. Pero puede la unidad suavizarlo en la medida en que todo el mundo reme en la misma dirección y se protejan los intereses de los agentes sociales para que la crisis desatada repercuta lo mismo posible en la vida cotidiana de los ciudadanos. 

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