Opinión

Manifestarse

Por fin ha llegado la primavera. Qué ganas teníamos de salir de casa y de que nos diera el sol en la cara. Con cierzo, da igual. Con lluvia, da igual. Con frío, no es lo mismo. Primavera y manifestaciones son un dúo apasionante. Se lo digo yo, que en mi juventud no me perdí ni una de las grandes: por el divorcio, por el derecho al aborto, contra ETA y sus años de plomo, por la autonomía de Aragón, por el Canfranc, y tantas otras históricas... 

Ahora con el paso del tiempo, las protestas son otras, son diferentes. Son más globales, y entra en juego la defensa del medio ambiente, el peligro del cambio climático; para los ojos que no ven los desastres naturales (esos que nos encogen el alma porque quizás se podrían haber evitado con otro político que no fuera el señalado y ausente Mazón). Todo empezó a bramar con las Mareas Verdes (Prestige en Galicia) y las Mareas Blancas en todo el país en defensa de la Sanidad Pública. Si nos damos cuenta estos dos temas fundamentales para la vida siguen estando en las calles y en las gargantas de las gentes de bien. Y las que he comentado en el primer párrafo ya no están. Se han solucionado. ¿Se dan cuenta de lo importante que es salir de nuestro 'lugar de confort' y defender nuestros derechos como ciudadanos? Estoy segura de que sin la enorme presión social no hubiéramos conseguido esos logros. Nunca, nunca, nos deberíamos dormir en los laureles, y no me refiero solo a los políticos, que viven muy refugiados en sus zonas de confort, sino a nosotros que somos los que más padecemos las consecuencias. 

No importa la edad ni la salud de cada cual; el espíritu es lo que mueve los pies. Mientras escribo este artículo me doy cuenta de que la palabra 'revolución' lle-va implícita otra: 'evolución'. Conviene repasar la historia para ver de dónde viene el progreso.

Estos días miles de personas se han puesto en marcha en Madrid por el derecho a tener un hogar digno. También Zaragoza (más de 2.000 personas). Múltiples marchas que el sábado pasado recorrieron las ciudades más importantes de España. Las manifestaciones multitudinarias se repitieron en Barcelona y Valencia y más de 40 ciudades bajo el lema "Acabemos con el negocio de la vivienda y la especulación". Si nos fijamos en las fotos e imágenes de los canales de televisión veremos que esta vez predominan las caras de personas jóvenes. Los jóvenes lo tienen crudo porque se dejan más de la mitad del sueldo en pagar la hipoteca o el alquiler. Y esto es un drama privado que llega a ser global ante la impotencia y frustración de sentir que se les pasa la vida sin tener un hogar digno donde intentar ser felices. Los que gobiernan deben de parar ya la especulación inmobiliaria, la falta de casas en el mercado (¡por favor!, que no sean SOLO de lujo) y los precios exorbitantes del mercado.

Manifestarse con buen tiempo es casi una obligación. Salir a las calles y acudir a las convocatorias ciudadanas pacíficas es gratis, te lo pasas bien, mueves el cuerpo y te evitas el peñazo del gimnasio, siempre igual, sonríes en la marcha al encontrar a conocidos o amigos que hace tiempo no veías, te desahogas gritando lemas a coro. Y cuando echas la vista atrás te emocionas al comprobar la inmensidad de gente que todavía lucha por sus derechos recogidos en la Constitución. Una gozada después del recorrido tomarse una caña, solos o en compañía, y comentar el éxito de convocatoria conseguido. "¡A por la siguiente, compañero!", se oye decir a alguien.

El problema del precio de la vivienda en España es que los rentistas, los grandes propietarios y los fondos buitre (Bancos malos) son los dueños de la situación, así opina la izquierda. "No hay la valentía suficiente para afrontar una intervención del mercado de la vivienda y del mercado del alquiler". Por su parte, la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Reyes Maroto, comparó la actuación de los gobiernos autonómico y municipal de Madrid con el ayuntamiento socialista de Barcelona que "protege el parque inmobiliario comprando inmuebles para los vecinos de la ciudad", mientras que el alcalde de Madrid "lo que hace es vender los pisos a fondos de inversión".

Todo un ejemplo, el edificio comprado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundación Hábita3, por dos millones de euros. Gracias a la presión de los vecinos y social del barrio Consell de Cent. Este edificio iba a ser vendido a terceros, por una entidad bancaria, a pesar de que daba cobijo a 24 familias. Desde hoy la casa Orsola es un símbolo de la lucha contra la especulación. 

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