Opinión | LIBERTAD Y RESPETO

Política, necesidad hoy más que nunca

¡Qué malos tiempos son estos para la política! Debo afirmar que no entiendo esta especie de uso que se hace de ella, como si fuese un muñeco de pimpampum. Quizás esto signifique una deriva hacia el individualismo y la falta de conjunción con el prójimo. Hay una frase de Albert Camus que define esto con claridad: "Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura el fascismo".

Debo confesar que he vivido la política desde muy joven y lo he hecho porque entendía que vivir en convivencia supone un compromiso de compartir los buenos y malos momentos con los demás, que es necesario estar al lado de quien necesita apoyo. La vida es cíclica, y nadie puede asegurar lo que va a suceder con la suya; por tanto, el fin principal de la política es conformar sociedades en las que las personas puedan vivir en libertad y sean capaces de generar derechos y responsabilidades dentro del respeto al conjunto.

De esta forma, considero que en contra de lo que un número considerable de ciudadanos mantienen la negación de la política les puedo asegurar que esto no es una cuestión de elección. Las personas tenemos un cerebro que produce pensamientos, unos más inteligentes que otros, pero todos provenientes de nuestra capacidad de razonar.

Dicho esto, y expresado mi convencimiento sobre cómo la política es inherente a cada uno de nosotros, es necesario diferenciarla de aquellos grupos que hacen política, por lo general, con el fin de crear modelos de sociedad acordes con sus propias ideas. Pues bien, son estos los que nos demandan compartir con ellos el camino que consideran adecuado. Esto tiene sentido y aplicación en un sistema democrático, en el que expresamos nuestra voluntad a través del voto, eligiendo al partido con el que mejor nos identificamos.

La política es parte del pensamiento humano; por tanto, negarla equivale a rechazar cualquier otra parte esencial de nuestra identidad. Otra cuestión es cómo cada uno la utilice. Considero que solo existe una forma racional de hacerlo: aportar nuestras ideas para procurar que la convivencia sea positiva para todos.

Es Voltaire quien nos confirma el significado implícito del ejercicio político sobre el derecho a la libertad de expresión y defensa de las ideas: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».

A partir de aquí, algunas personas niegan el verdadero sentido político de las ideas y conforman sus acciones hacia otro rumbo: el egoísmo, la avaricia y la maldad, todo ello en un cóctel venenoso. Para entender bien esto, podemos poner algunos ejemplos actuales:

El genocidio en Gaza. Netanyahu, por huir de sus delitos y garantizarlos como un derecho que él se atribuye, asesina sin el menor remordimiento a más de cincuenta mil gazatíes, de los cuales casi veinte mil son niños. Y la comunidad internacional lo permite. Creo que esto deberá tener respuesta. Arthur Schopenhauer describía el significado de estos actos con estas palabras:

"Nada indigna tan hondamente nuestro sentimiento moral como la crueldad. Podemos perdonar cualquier otro delito. La crueldad, no".

Pero lo peor de todo es que Estados Unidos le proporciona las armas necesarias para continuar matando. ¿Hasta cuándo? Pues, según el señor Trump, hasta que termine, de una forma u otra, con todo el pueblo palestino. De esa manera, él podrá montar en la Franja de Gaza un resort turístico de lujo para su negocio. Claro que sus pretensiones no terminan ahí: ha anunciado que necesita hacerse con la isla de Groenlandia y que lo conseguirá "de una forma u otra". Sin duda alguna, hemos cometido el error de otorgarles el título de líderes mundiales en vez de trabajar por conseguir que Europa tenga su propio papel, sin necesidad de un "hermano mayor" que, como en este caso, se comporta como un dictador.

Creo que los países miembros de la Unión Europea tienen dos tareas fundamentales. La primera y principal es aceptar una misión política y presentarnos ante el mundo como una sola nación unida. La segunda es invertir lo necesario para garantizar la seguridad y defensa de nuestro espacio. No seamos fariseos bajo la excusa de que, si no invertimos en la defensa de nuestros derechos, no necesitaremos armas. Quienes sostienen este argumento solo buscan construir un discurso atractivo que les proporcione votos. Engañan, y lo saben.

La política no es Trump, ni Netanyahu, ni Putin, ni otros tantos similares. La política es apostar por el bien común, por hacer que el respeto y la libertad sean la bandera de todos. n

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