Opinión

Dibujando a Poe

Habiendo transcurrido ya cerca de dos siglos de sus primeros trabajos –allá por el primer tercio del siglo XIX–, la permanencia de Edgar Allan Poe ha venido avalada por su pionera visión de los géneros literarios, en especial de aquellos que iban a mantenerse o a florecer en el futuro.

Cuando Poe arrancaba su carrera no había sino novela histórica –en buena medida de carácter ejemplarizante–, o relato gótico. El terror, la ciencia ficción y el cuento policial, tal como los seguimos entendiendo hoy en día, fueron aportaciones de Poe. Cuya lectura, insisto, ¡casi doscientos años después!, sigue resultando contemporánea, incluso «vanguardista».

Una nueva reedición de dos de sus más insignes composiciones La caída de la casa Usher y La verdad sobre el caso del señor Valdemar es ahora reseñable por el espectacular volumen con que el sello Minotauro los ha editado, ilustrándolos con los dibujos de Ismael Pinteño. Un artista nacido en Algeciras con numerosos premios en su haber como dibujante y pintor, y que, frente al desafío de decorar las pesadillas de Poe, brilla maravillosamente, ofreciéndonos una veintena larga de láminas cuya atmósfera, color, significado y sugestión nos acercan al texto original, ayudándonos a sentir esas premoniciones, escalofríos, dudas racionales e irracionales pánicos consustanciales a los relatos del genio de Baltimore.

Ciertamente, en los dos relatos ahora recuperados, con nuevas traducciones de Gabriela Bustelo y Daniel Casado, el talento de Poe alcanzó cénits o literarias cumbres.

Usher, el amigo del narrador, habitará una casa cuya sola descripción, aislada en medio de un desolador paisaje, envuelta en niebla y apenas decorada por una vegetación tan enfermiza como el aire que allí se respira, tiene una hermana que dejará de existir... solo en apariencia.

La catalepsia que parece aquejarla derivará finalmente en una suerte de espantosa «resurrección». Es de admirar el conocimiento que ya entonces, cuando apenas había facultades de Medicina, demostró Poe respecto a las crisis extremas del cuerpo humano. Agonía que, en el caso del señor Valdemar, derivará hacia ese «umbral» en el que la vida y la muerte parecen confundirse, y cuyo entreclaro, o claroscuro, asimismo había estudiado y supo describir el gran Edgar Allan. El mundo de un genio, que Pinteño ha sabido dibujar.

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