Opinión | El comentario
Cinco años convulsos
Cuando teníamos la solución del problema, cambiaron el enunciado, decía Mafalda. Los problemas sociales nunca han sido fáciles. A toro pasado siempre parecen más sencillos y animan a algunos antiguos gestores, o a nuevos aprendices de brujo, a dictar las recetas que en algún momento funcionaron, bajo otras circunstancias o con distintos actores. Desde la transición a la democracia en España no nos hemos enfrentado a unos sucesos tan graves ni tan inesperados como los de estos últimos 5 años.
Los problemas nacionales o internacionales como los conflictos territoriales o sociales derivados de las diversas crisis económicas entran dentro de los recurrentes ciclos económicos y de la propia evolución de los valores y percepciones de las sociedades.
Sin embargo, la pandemia del covid, la guerra de Ucrania y las políticas del actual mandatario de los Estados Unidos constituyen tres acontecimientos sin precedentes en los últimos 50 años para el caso español o 75 para el europeo.
El covid-19 supuso un golpe sin precedentes para la economía y por supuesto para la salud pública. La sociedad en general sacó lo mejor de sí misma en el ámbito de la solidaridad y la colaboración ciudadana. El Estado se reivindicó en sus funciones, denostadas y despreciadas durante decenios por el ultraliberalismo. Hizo su trabajo poniendo recursos económicos para afrontar las necesidades económicas y amortiguar la caída de rentas. Las instituciones tradicionalmente lentas reaccionaron con rapidez y no se siguió el sálvese quien pueda mientras que la ciencia aceleró sus trabajos consiguiendo vacunas en tiempo récord.
Entre las lecciones de esa crisis surgió la necesidad de un Estado fuerte, capaz de afrontar retos imprevistos e inconmensurables y aparecieron ciertas debilidades de nuestro sistema productivo, incapaz de suministrar una serie de productos básicos que exigían cierta autonomía productiva.
Después del covid vino la guerra de Ucrania. Algo impensable en estos tiempos, un hecho de principios del siglo XX que sin embargo tiene unas explicaciones similares desde hace más de 200 años, a las diversas guerras mundiales e invasiones. La guerra de Ucrania en el fondo, en mi opinión, vuelve a ser una guerra de rapiña, para apoderarse de sus recursos naturales. No es petróleo como en Irak, son las tierras raras y otras materias primas. Rusia ya fue invadida por Napoleón y por Alemania por los mismos intereses. Se dice que tenemos una guerra en la misma Europa pero Madrid de Moscú dista 3.400 km. y de Gaza 3.300. Se habla, sí, de los valores europeos de democracia y estado social. Se habla, pero nada más. Salvo Irlanda, Noruega y España, la UE no ha movido un dedo para evitar el genocidio de Gaza. Nuestra Alta Representante de la UE, nombra treinta veces a Ucrania y una a Gaza (30 a 1). Participamos en una guerra en interés económico y estratégico de EEUU. Y Trump nos lo recuerda con todo descaro. Primero a pagar la guerra y luego la reconstrucción. Se me escapan un montón de cosas para entender este conflicto desde la perspectiva europea.
En este escenario, llega Trump. Los votantes que no creían sus bravuconadas verán lo que significa votar a un loco. Trump rompe la trayectoria del libre comercio y de las relaciones entre iguales de hace más de 200 años. Se cree el matón de las películas del Oeste y se comporta como tal. Pero esto no es confundir molinos con gigantes como el Quijote. Tiene consecuencias graves para la vida de las personas.
Hay situaciones en las que las sociedades, desgraciadamente, no aprenden más que a golpes. Les ha pasado a los británicos con el brexit y les va a pasar a los americanos. El consuelo: en dos años tienen elecciones parciales al Congreso. Le pasarán la factura suficiente para reparar alguno de los muchos y graves desaguisados que se van a producir durante este periodo. Esto en el supuesto de que el mayor banquero de EEUU que es China no empiece a actuar en los mercados financieros generando otra crisis. La lección: tomemos nota para valernos por nosotros mismos en todos los ámbitos. Si nos sentimos forzados, como es el caso ahora, tal vez lo hagamos.
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