Opinión | Libertad y respeto

Tiempos propios no condicionados

Vivimos tiempos muy curiosos. Iba a decir «borrascosos», pero no deseo echar más leña al fuego. Revisando la historia del pasado siglo XX en busca de alguna comparación con la actualidad, he encontrado ciertos paralelismos. Algunos personajes–que el mundo llama líderes– me recuerdan a figuras del pasado por sus pretensiones ególatras. Me refiero especialmente a Hitler y a Mussolini en el pasado. En los actuales, me aparecen Trump, Putin y Netanyahu. Me podrán decir que los primeros desataron la Segunda Guerra Mundial, pero aquella era menos problemática de lo que sería otra similar en la actualidad, pues el riesgo nuclear pone en prevención hasta a los locos, que he reseñado, de hoy.

Sin embargo, no por ello desisten en tensionar al mundo y ponerlo en un nivel de confusión que condiciona el uso de la propia libertad. Con relación a Netanyahu, no voy a insistir en denunciar su genocidio –ya lo he hecho en más ocasiones–. Quien mata, en general, a diestro y siniestro –y eso incluye niños cuyo único «delito» es haber nacido palestinos– es un asesino sin conciencia. El siguiente dictador de la lista, Putin, tiene la obsesión de verse coronado zar de todos los rusos. Solo por alimentar su egolatría, si para esto debe atacar pueblos y provocar la muerte de invadidos y de sus propios compatriotas, no le importa. Como se dice ahora: «son daños colaterales».

Me dirán que hay más dictadores en el mundo, y así es. Está Maduro en Venezuela, a Kim Jong-un en Corea del Norte, a Obiang en Guinea Ecuatorial, y así podría completar lo que resta del artículo. Pero estos son dictadores domésticos, que tienen aprisionado a sus pueblos –que ya es bastante–. Para explicarlo mejor, son como lo fue Franco en España: era nuestro problema, pero no condicionaba la vida del mundo.

He dejado al señor Trump para completar el trío. Ya sabemos que su obsesión por firmar cosas públicamente lo lleva a cometer barbaridades impensables. Eso de firmar y demostrar que sabe hacerlo lo llena de orgullo. Necesita un psiquiatra más que un asesor (aplaudidores sin medida). Bueno, pues además le da por montar un circo para anunciar la barbaridad de sus aranceles y así destrozar el comercio mundial. La fórmula para el cálculo que impone a cada país –incluidas las focas y pingüinos de la isla Heard y McDonald– es de tal incoherencia que solo responde a lo que él ya tiene predestinado que va a aplicar a cada territorio, al margen de cualquier soporte estadístico. Lo coloca todo en una tabla y dice que es algo bonito. No me digan que no necesita un buen psiquiatra. Lo malo de esto es el daño mundial que causa al comercio.

En definitiva, está destruyendo la economía productiva. Ignora que esta se desarrolla sin fronteras, al igual que el comercio, y que esto da como resultado beneficios a los consumidores. Pero él afirma que, de esta manera, va a hacer grande a EEUU, como si no lo fuera ya. Tiene un programa completo: con los aranceles, conseguirá que las empresas regresen a producir allí; para lograr limpieza étnica, expulsa a los inmigrantes y así deja una falta de recursos humanos imposible de cubrir. También, para pacificar Ucrania, le dice a Rusia que se quede con la parte que ha invadido, y él se queda con todo el territorio de las tierras raras y las centrales eléctricas. ¿Alguien piensa que Putin va a permitir tener a EEUU en sus fronteras siendo, además, el líder de la OTAN? Me temo que hoy no vamos a salir del psiquiatra.

Como conclusión, el plan de Trump es volver a una economía autosuficiente. No comprende que eso ya no es viable. El origen de las materias primas, la fabricación y también el papel que les deja a sus multinacionales es la nada. Tampoco es necesario –como se dice– ir a Salamanca para entender que el mundo no es el que él se plantea. No comprendo por qué permitimos momentos como estos, la respuesta es que somos responsables colaboradores, les votamos los ciudadanos. 

Creo que, en lo referente a Estados Unidos, los ciudadanos no van a permitir que nadie –se llame como se llame– destruya su democracia, garantía de la libertad individual y de la convivencia basada en el respeto. Es decir, las normas que se establecen por decisión popular.

Es necesario refundar Bretton Woods y así ser capaces de entender que todos juntos llegamos más lejos. De cualquier forma, me atrevo a asegurar que, en relación con la Unión Europea, Trump nos está haciendo un favor: ser responsables de nuestro propio destino en lo referente al desarrollo político y a la seguridad. 

Debemos entender esto como una oportunidad para caminar con autonomía. Para trazar un nuevo rumbo, desde la libertad, no desde el servilismo.

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