Opinión | Sala de máquinas
Mecenazgo
En la reciente gala de celebración de los 30 años del Auditorio de Zaragoza, el presidente de la Cámara de Comercio, Jorge Villarroya, rompió una lanza en favor del mecenazgo cultural. Él mismo y su familia vienen predicando desde hace muchos años con el ejemplo. La madre, gran dama, gran mujer, Bárbara Greschuhna, ha legado a sus hijos el amor por la música. Como resultado de esa generosa devoción, la ciudad de Zaragoza se viene beneficiando en forma de generosos patrocinios.
En su discurso ante el Auditorio, Jorge Villarroya, hablando en su calidad de empresario privado, insistió en la necesidad de ampliar el mecenazgo en calidad, extendiéndolo a otras disciplinas del quehacer artístico; pero, sobre todo, en cantidad, animando a los empresarios a ayudar a las bellas artes con un dinero bien empleado por definición y que, además, desgrava en Hacienda.
La diferencia entre un patrocinador, un donante y un mecenas se mide no tanto por el monto aportado al proyecto cultural en cuestión como por el grado de implicación de la parte financiera. Mecenas como Julio II, Rothschild o Guggenheim no solo costearon museos, obras de arte, el sostén, la manutención de los creadores, sino que se implicaron directamente en el proceso creador y en la fábrica material de pinturas, esculturas, piezas musicales o literarias con destino a ser admiradas por buena parte de la humanidad. Su complicidad con los artistas, la frecuencia con que visitaban sus estudios o tertulias para debatir sobre las cuestiones artísticas de sus respectivas épocas y, al mismo tiempo, acerca del desarrollo de cada carrera, fue determinante a la hora de inspirar y encauzar movimientos culturales, o para definir corrientes y épocas.
Esa actitud, la de un mecenas culto, cómplice y generoso, puede ejercer como eficaz palanca de actividad en su sociedad, elevar su nivel, su prestigio, ahondar en su raíz y nutrir el árbol de su vida con una nueva savia, la destilada de los descubrimientos artísticos y proezas intelectuales.
Ojalá en una sociedad como la aragonesa el mecenazgo, que se ha venido dando a impulsos, con instituciones y nombres de mucho mérito, pero menos de manera constante y nunca suficientemente, ayude a crecer el tronco que le da vida, combinando la luz de la belleza con la sombra del dinero.
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