Opinión | Sala de máquinas
Cossío
Hablábamos ayer de mecenazgos, a raíz del llamamiento que el presidente de la Cámara de Zaragoza, Jorge Villarroya, dirigía a los empresarios, y justo en un rápido viaje al norte me encuentro con un ejemplo prístino de patrocinio cultural: el que José María de Cossío ejerció a lo largo de buena parte de su vida con respecto a muchos artistas y escritores españoles, desde la década de los años veinte del pasado siglo hasta 1971, fecha de su defunción.
La casa natal de Cossío en Tudanca (Santander), se ha convertido en un museo literario, pictórico y etnográfico donde confluyen distintas visiones históricas de la España intelectual y rural, en una fascinante combinación de referencias y orígenes que invita al visitante a meditar en nuestras raíces y en genios como Zuloaga o Miguel Hernández.
José María de Cossío convirtió su casona, originalmente edificada en el siglo XVI, en un punto de encuentro de intelectuales y artistas. Desde Unamuno, que fue profesor suyo en la Universidad de Salamanca, a Federico García Lorca, íntimo amigo, serían decenas los creadores que pasarían por Tudanca para, durante sus fértiles estancias —que, en ocasiones, como en el caso de Alberti, pudieron prolongarse varios meses— refrescar con el sano aire de los Picos de Europa sus ideas y proyectos. Unamuno, además, dejó descripciones bellísimas de aquellos paisajes, y García Lorca llegaría a actuar con su compañía de teatro, La barraca, en la solana de la propia casa de Cossío de Tudanca, congregando en la representación a cientos de vecinos y campesinos llegados del remoto valle del río Nansa.
Además de muchos recuerdos de estos autores, la casa-museo alberga una biblioteca dedicada a la tauromaquia, otra de las pasiones del escritor cántabro, y a la filosofía, no en vano Cossío fue uno de los Fundadores de la Institución Libre de Enseñanza.
Alberga, ahora, además, una exposición gráfica y documental sobre la vida de las mujeres en los valles santanderinos, recordando cómo aquellas modestas campesinas se las arreglaban para sobrevivir, comer, parir y educar a sus hijos en una España en blanco y negro, a veces sin electricidad ni pan, aisladas del resto del mundo.
José María de Cossío: escritor e intelectual; pero, sobre todo, mecenas.
Suscríbete para seguir leyendo