Opinión

Urge el rearme militante

La tarea fundamental como seres humanos es construir sociedades sanas donde desarrollar una comunidad y nuestra individualidad y diversidad

En tiempos en que se pierde pie y se intuye el borde del abismo, generar certezas comunes y propias es imprescindible para fijar rumbo y reconstruir por enésima vez la vida. Corre por ahí una tendencia a volver a los asideros clásicos, a la filosofía de los orígenes, las más de las veces quizá sin entender del todo que el desarrollo personal, el de la voluntad y el del esqueleto íntimo de valores no son bienes de mercado, aunque ahora todo se pretende que lo sea.

Levantarse a las cinco de la mañana y marcarse unos burpees repitiendo mentalmente las meditaciones de Marco Aurelio para recuperar la sensación de control de la vida individual, parte de la premisa de que tienes, aunque sea un poco, garantizado el techo, el curro y el acceso a bienes de consumo. Es mucho más difícil la meditación trascendente cuando a esa hora intempestiva estás en la parada del bus camino al tajo, gestionando equilibrios vitales en la precariedad, montada en una patera o en un campo de refugiadas, por no inundar con más ejemplos.

Por supuesto que es esencial el conocimiento personal y el autocontrol del cuerpo físico, el emocional y el mental, y que "el hombre (o señoro) más poderoso es el que es dueño de sí mismo". Pero busquen también en esa filosofía que aún es más importante comprender que somos seres sociales interdependientes y que no podemos progresar ni vivir conforme a nuestra naturaleza sin el compromiso con los demás. 

Así que nuestra tarea fundamental como seres humanos es construir sociedades sanas donde podamos desarrollar tanto una comunidad como nuestra individualidad y diversidad. Y esa titánica tarea se asienta totalmente sobre el compromiso militante con lo común. Está bien que tomemos las riendas de nuestro pensamiento y nuestra acción, que cultivemos todos los ámbitos del mejoramiento personal, pero es infinitamente mejor y más importante que, en la medida de nuestras posibilidades, nos comprometamos al rearme militante, ya sea en nuestros barrios o asambleas vecinales, en sindicatos, en partidos políticos o en organizaciones de la sociedad civil. Debemos construir sociedades en las que todas las personas tengamos libertad, es decir, vidas dignas y necesidades cubiertas, para decidir cómo queremos desarrollarnos en lo personal y contribuir al común. 

Guardemos parte del tiempo que aún nos dejan poseer para rearmar esa militancia consciente, que exige a veces mayor esfuerzo que prepararse maratones, retirarse al campo a contemplar o leer cien libros al año, pero que devuelve con creces la certeza del sentido de la vida. 

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