Opinión | erre que erre
Zaragoza funcionó con lo esencial

Un agente de la Policía Local de Zaragoza regula el tráfico en la ciudad durante el apagón. / Miguel Ángel Gracia
Lo inesperado está marcando este siglo XXI. El lunes pasado vivimos una jornada de desasosiego que, afortunadamente, nos pilló de día y con buen tiempo. Una crisis aguda, novedosa, extraña e inexplicable que se suma a las que estamos viviendo en este primer cuarto de siglo. Pero una vez más los ciudadanos dimos muestras de una madurez admirable.
En Zaragoza se pusieron de manifiesto dos cosas muy importantes: que el tamaño de la ciudad es importante, grande, pero al mismo tiempo fácilmente dominable por todos, con una concentración de tráfico asumible por el centro de la capital. Y una segunda cuestión: que disponemos de unos servicios de emergencia muy válidos, incluso para actuar de pronto, sin previo aviso.
El papel de la Policía Local de Zaragoza organizando el tráfico en las arterias más transitadas de la ciudad fue clave para evitar los colapsos que en otras ciudades grandes medianas de España (no en Madrid y Barcelona) se vivieron. Además, la coordinación entre este cuerpo y la Policía Nacional también funcionó a la perfección, incluso con descensos en los actos criminales, y el cuerpo de Bomberos estuvo al frente de las cuestiones que necesitaban de más ayuda para los ciudadanos. Las reuniones municipal y regional de los comités de emergencias, aquí fueron decisivas y al día siguiente prácticamente una ciudad de 700.000 habitantes había recuperado plenamente la normalidad. Algo que tenemos que valorar, y mucho.
Los equipos de emergencia atienden en los momentos más delicados miles de llamadas y, pese a todo, lo público, lo esencial, funcionó pese al caos. Eso es importante y además sale muy reforzado. Porque todo funcionó con normalidad dentro de la anormalidad y solo el primer momento de confusión es el que nos alteró a todos, sin luz, sin redes de telefonía, sin internet...
Y Zaragoza funcionó también (igual que Aragón y casi toda España) porque los ciudadanos dieron muestras de la madurez de esta sociedad en las crisis inéditas. Toda esa mezcla, de una ciudad fácilmente controlable, unos equipos de emergencia solventes en infraestructuras críticas y un gran civismo, aquí de los zaragozanos, evitaron situaciones peores. Pese al desconcierto y al trastorno.
Vivimos tiempos excepcionales, sentimos la fragilidad en nuestras cabezas, pero hay que apuntalar todas nuestras necesidades sociales y humanas básicas para estar preparados de cara a lo siguiente que venga. Por eso es fundamental que nuestras administraciones amarren los recursos necesarios para la organización básica de la vida, marcada por la total dependencia de la energía para su desarrollo. Fuera lo que fuera el lunes pasado, Zaragoza lo resolvió bien y funcionó con lo esencial.
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