Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

Apaga y vámonos

Los apagones tienen su punto y nos ofrecen no pocas lecciones. El «apagón» del covid sirvió para que muchos descubrieran que el trabajo ni es lo único ni lo más importante y que la tecnología telemática permite afrontarlo ya desde casa; también sirvió para que algunos descubrieran su dimensión interior, la cultura y el entretenimiento, al tiempo que nos permitió valorar la naturaleza, la sociabilidad, los servicios sanitarios... Con la normalidad recuperada volvimos a las andadas, porque así somos los llamados sapiens, esa especie a la que tanto le cuesta aprender la diferencia entre lo importante y lo subsidiario. El apagón del día 28 de abril nos ha vuelto a recordar nuestra fragilidad, nuestra dependencia de la electricidad y todo lo que conlleva; hemos vuelto a considerar el valor y la importancia de la sociabilidad, de la solidaridad, de los servicios públicos, de la comunicación. Los ciudadanos bailando, dirigiendo el tráfico, llevando alimentos, prestando sus coches a los que dejó tirados el tren han dibujado, junto a la radio (a pilas) como servicio público, la estampa más entrañable de esta crisis eléctrica; determinados políticos, los buleros, oportunistas y los intoxicadores han vuelto ha escribir la página más lamentable. Eso ha sido lo más interesante del colapso, más allá de cuáles hayan sido sus causas, que por descontado conviene aclarar ante la ciudadanía.

Si no fuera por el inmenso coste económico de estas pausas forzadas en nuestro demencial trajín cotidiano, sería hasta deseable que se programara uno cada cierto tiempo. Es más, propongo que nos autoapaguemos de vez en cuando para pensar, hacer inmersión en la naturaleza, disfrutar del arte o cultivar liturgias comunitarias. Era sorprendente cómo la gente, huérfana de pantallas, contemplaba su entorno, charlaba con otros, compartía comida, cantaba, bailaba, disfrutaba del día primaveral. Lo esencial humano, lo más importante, no requiere de electricidad, pero parece que lo habíamos olvidado. Dicen que las crisis son oportunidades para replantearse cosas, para crecer. Espero que algunos hayan aprovechado esta para reconsiderar la inquietante inercia en que estamos sumidos en esta sociedad de la prisa, de la productividad a toda costa y de las pantallas como único horizonte. El apagón nos ha puesto en contacto con lo real y con lo importante, nos ha puesto de manifiesto hasta qué punto vivimos en un falso mundo virtualizado. Así pues, apaga y vámonos a otro más humano y más real.

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