Opinión | APUNTES AL MARGEN
Aprendizajes del apagón
El pasado lunes estaba en el instituto dando clases, y en las pausas mirando el móvil para ver qué respuestas me llegaban sobre mi columna. Lo hacía con una mezcla de vanidad y preocupación. No es para menos, la columna tocaba el tema trans, un tema de esos que despiertan pasiones debido a su trascendencia, valga la redundancia. Y en esto, se apagan las luces, el ordenador, saltan las luces de emergencia etc. Y poco después soy consciente de que no es un problema del instituto, ni siquiera de la ciudad, sino de que afecta a tres países de la UE. Entonces me doy cuenta de los muchos debates públicos que tenemos sobre temas de todo tipo, desde lo trans, hasta los bienes de la franja, pasando por la descolonización de los museos o el pin parental. Y, sin embargo, al final la realidad material, implacable, nos abofetea mostrándonos que lo importante son la electricidad, las alertas meteorológicas y las mascarillas. Lamentablemente, nuestra memoria dura poco y las guerras culturales seguirán dominando el debate público cuando se nos pase lo del apagón, que no tardará mucho.
En cuanto a las consecuencias, lo más significativo sin duda alguna es que en menos de 24 horas el país había recuperado la normalidad. Lo que demuestra que nuestro país funciona. Por otro lado, y aunque las comparaciones son odiosas, también son muy didácticas. El apagón se produjo a las 12.33 y antes de las 14.00 el presidente y varios ministros estaban ya en la sede de Red Eléctrica, habían contactado con media Europa y habían empezado el proceso de arranque desde 0. Acuérdense y comparen con el presidente valenciano y su larga sobremesa.
Otro de los aprendizajes interesantes tiene que ver con un debate profundo referente a la resiliencia de la sociedad, y a si debemos invertir más en ello o no. Seguramente usted tiene seguro del hogar y cada año tira 300 euros para nada, pero el día que se le rompe una tubería y se inunda medio bloque, usted se alegra de haber malgastado esos 300 euros durante los últimos 10 años. Lamentablemente España no tiene a quien comprarle un seguro, por lo que el apagón, el covid o las amenazas externas desde los aranceles hasta la guerra híbrida, aconsejan asumir los costes de la seguridad. Invertir más dinero en sistemas de alerta, de prevención meteorológica o en garantizar la estabilidad de la red eléctrica, o en tener la capacidad de producir mascarillas rápidamente son muy necesarios. Vivimos tiempos en los que habrá que sacrificar crecimiento por seguridad.
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