Opinión | EDITORIAL

Enchufarse al futuro del coche

En el 75º aniversario de Seat, los grandes grupos automovilísticos se reúnen hasta el día 18 en España, en el clásico Salón Internacional del Automóvil de Barcelona, para lucir los modelos y propuestas con los que la industria europea busca mantener el continente en su posición de potencia mundial. También se presentan las bazas con las que las marcas chinas aspiran a inundar este mercado. Una competencia ante la que Europa no puede aspirar a sobrevivir aferrada a los aranceles. Esta política tiene sentido en tanto que compense las ayudas estatales con las que el gigante asiático ha hecho crecer su propia industria con una visión a largo plazo. Pero no se puede pretender (y los propios fabricantes son los primeros en ser conscientes de ello) que una barrera proteccionista permita a Europa seguir sin aplicar las lecciones de una China que nos ha sacado años de ventaja.

Además de escaparate de una oferta, el Automobile sirve como foro de reflexión sobre el futuro del sector abocado al reto de la electrificación. Y el consejero delegado del grupo Renault, Luca de Meo, ha expresado algunas opiniones contundentes al respecto. De Meo plantea que el exceso de regulación de la UE hace que solo sea rentable producir vehículos de gama media y alta, con costes crecientes que quedan fuera del alcance de gran parte de los potenciales compradores. Y sin solucionar este descuadre entre oferta y demanda, el reto de acabar con el vehículo de combustión en una década se antoja inviable. La competencia china es una dificultad pero también un estímulo para que Europa reaccione, aunque el veterano ejecutivo le da apenas cinco años de margen para ponerse al día.

Y si eso es así, más acuciante es la situación en España. A corto o a medio plazo la movilidad privada tiene como futuro inapelable la electrificación. En este sentido, en nuestro país, en lo que va de año, se han vendido solo un 6,6% de vehículos eléctricos (14% contando los híbridos) frente al 22,6% de media en la UE. Y si un mercado no es consumidor, lo tiene mucho más difícil para ser productor. Hay razones objetivas para este retraso español. Un país con más vivienda unifamiliar dotada de garaje propio tiene más fácil, por ejemplo, la adopción del coche eléctrico.

Y la renta media española tiene cada vez más difícil asumir la compra de un vehículo. Pero el ejemplo de Portugal demuestra que unas políticas públicas acertadas pueden superar muchas de estas dificultades. El despliegue de una red extensa de estaciones de carga fiable (en España el 22% suelen estar fuera de servicio) y con potencia suficiente (ese último es el principal déficit español) debe acelerarse. La errática política de ayudas públicas a la compra (con tres planes Move con hiatos y dudas entre cada uno de ellos) y su complejidad burocrática no pueden convertirse en un freno en lugar de un estímulo: las ayudas públicas al comprador, con retrasos de entrega imprevisibles, se han mostrado menos eficientes que las ayudas directas al vendedor, aplicables directamente al precio de venta como en otros países. Es tan necesario trazar un plan a largo plazo que no dependa solo de la penalización al parque móvil actual, sino de un estímulo a su renovación sostenible como solucionar cuellos de botella que requieren de respuesta inmediata.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents