Opinión | Editorial
Propuesta trampa de Putin
La distancia abismal entre la propuesta de Rusia de iniciar el jueves negociaciones con Ucrania en Estambul, sin que cese la guerra, y la disposición de Volodímir Zelenski de presentarse en Turquía con la única condición de que antes entre en vigor un alto el fuego de 30 días ha dejado poco menos que en nada lo que durante el pasado fin de semana pareció, en principio, el inicio del tantas veces postergado camino hacia la paz. El apoyo europeo al enfoque de Zelenski, con el aval inicial de Donald Trump, ha sido presentado por el Kremlin como algo inaceptable, equivalente al propósito de «negociar con Rusia con el lenguaje del ultimátum». La rectificación posterior de Trump, que ha apoyado la propuesta de Vladimir Putin, y la disposición europea a aprobar una nueva tanda de sanciones a la banca y el sector energético si Moscú no acepta la propuesta de Kiev, deja sin efecto las esperanzas depositadas en dar con una salida equilibrada a la invasión.
Aspira Putin a negociar la paz en una posición de fuerza extrema, pretende Ucrania hacer valer el acuerdo con Estados Unidos para la explotación conjunta con este país de sus recursos minerales y persiguen los países europeos parar los pies a Rusia. Es este un trinomio de difícil resolución porque para Trump resulta fundamental mantener su interlocución especial con el presidente ruso, necesaria para interferir en la estrecha relación de Moscú con Pekín, su gran competidor en todos los ámbitos. Aparece así Trump atrapado en sus propios designios, porque no logra desencallar el desenlace de la crisis ucraniana y es, en alguna medida, tributario de la estrategia de Putin, algo no previsto por la Casa Blanca.
La intención manifestada por Trump de acudir quizá el jueves a Estambul para sumarse a la ya ahora imposible negociación directa de Rusia con Ucrania tiene todas las trazas de un brindis al sol. Porque puede incluso que Zelenski se avenga a un movimiento simbólico y mantenga hasta el último momento el viaje a Turquía, pero ningún enviado de Rusia le esperará, lo que certificará la nula disposición de Putin a negociar sin tener una ventaja absoluta en el campo de batalla. La disposición del presidente ruso a intensificar los bombardeos a renglón seguido de que anunciara la cita en Estambul como una gran oportunidad no hace más que corroborar que se trató de una propuesta trampa, una añagaza de aceptación imposible por el país invadido.
Deberían la Unión Europea y el Reino Unido tener mayor capacidad de influir en la suerte de la guerra y desenredar la madeja de la paz si su contribución al esfuerzo bélico ucraniano fuese más determinante, pero lo cierto es que, con ser meritoria, la ayuda prestada a Zelenski es menos decisiva que la comprometida por Estados Unidos. La suerte de la guerra ha demostrado hasta la fecha que las tandas de sanciones han dañado la economía rusa, pero no hasta el extremo de condicionar el comportamiento del Kremlin. Por el contrario, el presidente Putin ha mantenido su desafío a los europeos y ha logrado, si no apoyos, sí al menos oídos comprensivos de líderes relevantes, como pudo comprobarse el sábado en la plaza Roja, con Lula da Silva en la tribuna. Una muestra más de que Putin dispone de vías de escape para modular el efecto de las sanciones.
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