Opinión

Fascismo

A veces, en conversación con un amigo, surge la idea de algún artículo, y eso ha ocurrido con este. Al decirle que pretendía escribir sobre el fascismo y su posible implantación en los EEUU actuales me planteó el problema de un posible viaje futuro a ese país. No espero que nadie con poder allí lea alguno de mis artículos, pero sobre mi entrada en Estados Unidos le dije a mi amigo que hace ya años que decidí no visitarlos. Solo hay dos ciudades que han despertado en mí un especial interés como para pretender conocerlas: Nueva York y Filadelfia (donde se reunieron los padres de la constitución norteamericana en septiembre de 1787), y ya lo hice, así que no intentaré atravesar el Océano Atlántico con esa dirección.

Para hablar con cierto rigor del fascismo tenemos que hacer una primera distinción temporal, separando al histórico del actual. Esta palabra se está utilizando mucho como insulto y, por ello, siendo poco respetuosos con lo que fue. Con el nazismo no ocurre lo mismo ya que Hitler y los suyos fueron autores de una matanza tan descomunal que ni siquiera como insulto nos atrevemos a utilizar el calificativo que los identifica.

Mussolini y el fascismo, persona y movimiento, indisolublemente unidos. Italia había combatido en la Gran Guerra del lado de los aliados, enfrente de Alemania y socios, algo que suele asombrar a personas que no conocen la historia. Estaba, por tanto, en el grupo de países que se debían beneficiar de los réditos establecidos en el Tratado de Versalles, de 1919, a pagar por los derrotados. El motivo por el que los italianos se situaron en ese bando estuvo en su histórica enemistad con Austria, gran aliado de los alemanes en ese momento. Las expectativas que se abrieron entre muchos italianos sobre territorios disputados a los austríacos están en el origen del fascismo.

Junto a eso el descontento de quienes habían combatido en la guerra, llevó a paros y huelgas que fueron debidamente utilizados por Mussolini. Una breve biografía de este nos debe recordar que huyó a Suiza para no hacer el servicio militar obligatorio y que tras una amnistía regresó a su país y fue activo en el partido socialista, el de su padre. Fue alistado y combatió en la Gran Guerra, llegando a ser cabo (empleo igual al que alcanzaría Adolf Hitler en el bando opuesto), y tras licenciarse escribió un diario de sus días en la guerra. Ejerció como profesor y periodista en varias localidades.

La violencia física, que se manifestó en él ya muy joven, llegando a ser expulsado de dos escuelas por ello, se fue acrecentando en sus intervenciones públicas, al frente de algaradas antigubernamentales. Tras abandonar al partido que acusaba de culpable de los males de Italia dio dos pasos decisivos para su futuro, en 1919 creando los grupos armados y en 1921 el partido nacional fascista (el fasces era un objeto de autoridad en tiempos de los romanos, una especie de hacha con mango muy voluminoso). Tras numerosos incidentes sobre todo en el norte, su región nativa, organizó la marcha sobre Roma que llevaría al rey a nombrarle primer ministro el 29 de octubre de 1922.

En su primer discurso ante el parlamento ya anunció los principios de su gobierno: totalitarismo; nacionalismo; antidemocracia (partido único); anticomunismo (por el éxito bolchevique en Rusia en 1917); militarismo y utilización de la violencia en la lucha política. Poco a poco fue avanzando en ese programa y en la práctica fue mucho más lejos de lo anunciado. Detenciones, deportaciones y asesinatos estuvieron presentes durante sus años de gobierno. Militarismo, uniformes, violencia, dictadura.

Si hablamos de nuestros días y poniendo el foco en los EEUU podemos fijarnos en algunos hechos: Elon Musk, que no forma parte del gobierno, tiene poder para tomar decisiones sobre administraciones y agencias, pudiendo acceder a millones de datos; el presidente firma decretos que pueden enviar a personas a Cuba (Guantánamo), Venezuela o El Salvador, sin derecho a defensa y en ausencia de proceso judicial; prohíben la entrada a personas por voluntad del personal de seguridad del aeropuerto; retiran libros de bibliotecas públicas, porque sí; intimidan a personas, profesores o alumnos, de universidades porque ha habido tímidas protestas al apoyo incondicionado de los EEUU a Netanyahu.

Voy a extenderme el algo que me ha horrorizado cuando me he enterado: la existencia de un programa informático, de nombre InmigrationsOS, dirigido por Peter Thiel, megamillonario tecnócrata seguidor de Trump, que cargado con miles de datos biométricos, adquiridos de forma fraudulenta en cientos de archivos oficiales, permite ir identificando con una simple cámara a personas que no responden al patrón del buen americano para disponer su detención o, incluso, su expulsión exprés.

No me atrevo a interpretar todo lo que acabo de exponer como un conjunto suficiente como para calificar al régimen político estadounidense como fascista, pero hay quien ya lo ha afirmado, como Siri Hustvedt, escritora y viuda de Paul Auster, y Robert de Niro. Sí creo, rotundamente, que si nadie lo impide el actual presidente es capaz de avanzar hacia un régimen fascista. 

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