Opinión | editorial
Visita tardía pero pertinente
La reunión, el pasado jueves, de Pedro Sánchez con las víctimas de la dana de Valencia llegó con siete meses de retraso pero, a la vista de la reacción de los representantes de las tres asociaciones que asistieron al encuentro, parece que fue bien. No solo porque el presidente suscribió ocho compromisos a ejecutar con presteza para la dignificación de las víctimas, para reforzar la seguridad con nuevos protocolos y obras hidráulicas y para tratar de resolver los problemas que todavía trastornan el día a día de quienes viven en las comarcas arrasadas, sino también porque, por fin, el más alto representante del Gobierno acudió a escucharles, atender sus peticiones y reconfortarles anímicamente. Llegó tarde, es evidente, después de que les hubiera recibido Úrsula von der Leyen en Bruselas, pero antes, en todo caso, que el presidente valenciano, Carlos Mazón, que aún no se ha visto con los afectados. Si es dramático perderlo todo, incluso la vida de familiares directos, ese sentimiento de desamparo se ve agravado cuando la administración que tenía que haber advertido del peligro, y no lo hizo, se niega después siquiera a escucharles. No es que aún no se hayan reunido con Mazón, que continúa dando versiones diferentes de qué hacía la tarde del 29 de octubre para no estar donde debía, sino que ni siquiera les han dado voz en la comisión de investigación creada en las Cortes valencianas.
La ausencia de relación entre el Gobierno valenciano y las víctimas de la dana es una anomalía desde cualquier punto de vista desde el que se mire, pero también lo es el hecho de que Sánchez visitara Valencia y ningún miembro del Ejecutivo valenciano se uniera a él y le acompañara a la reunión con los afectados. Lo deseable, se podría decir que lo normal, hubiera sido que en el encuentro hubieran participado los dos presidentes. Eso le habría dado una cariz de mayor normalidad y habría transmitido una imagen de colaboración entre dos administraciones que, quieran o no, no tienen más remedio que trabajar conjuntamente para la reconstrucción de las comarcas arrasadas. Pero Mazón y Sánchez, que estaban el jueves a tan solo 550 metros uno de otro, los que separan la Delegación del Gobierno del Palau de la Generalitat, no se hablan desde hace seis meses. No es este un hecho que inspire tranquilidad sobre la intensidad y el grado de confianza con que están colaborando para recomponer lo dañado y para establecer las medidas necesarias que impidan en el futuro otro desastre como el de hace siete meses.
La desconexión entre los máximos responsables de las dos administraciones es una irregularidad que no se puede atribuir únicamente a la simétrica y estridente polarización política. Es evidente que en este caso la actitud de Mazón, tratando de esquivar sus responsabilidades y atribuyéndoselas en exclusiva al Ejecutivo estatal, dificulta aún más una correcta relación institucional. Porque aún siendo conocidas las malas relaciones entre el Gobierno y la oposición, el interés de Núñez Feijóo por alcanzar la Moncloa y el de Sánchez por resistir en ella no deberían alterar la relación de respeto y cooperación entre administraciones gobernadas por uno u otro partido. Menos aún cuando se trata de resolver problemas urgentes de la ciudadanía.
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