Opinión | SALA DE MÁQUINAS
Amores míticos
Las historias de amor, dicen, son las más difíciles de escribir, si de inventarlas se trata, pero ciertamente existen muchas que han iluminado las mentes y los corazones de multitud de parejas a lo largo del espacio y del tiempo, y que, no por haber pasado centurias por ellas, dejan de emocionarnos.
La escritora Espido Freire y el ilustrador Antonio Lorente se han inspirado en una veintena de ellas para componer un libro asombroso, maravilloso, titulado Grandes amores, que acaba de dar a la luz, con alarde editorial, el sello Edelvives.
La serie se abre con Penélope y Odiseo, en su clásico periplo de helenas aventuras y ardientes pasiones, y concluye con Fermina y Florentino, los inolvidables protagonistas de El amor en los tiempos del cólera.
Entre unos y otros iremos recordando a parejas tan míticas como Lanzarote & Ginebra, aquel episodio de infidelidad que, a raíz del ciclo artúrico, inspiró a Chrétien de Troyes El caballero de la carreta, donde desarrollaba y fijaba, ya para la eternidad, ese amor secreto y en buena medida desdichado a la sombra del rey Arturo y de las ventanas de Camelot. Continuarán, naturalmente, Romeo y Julieta, la inmortal obra de Shakespeare inspirada en la rivalidad de dos familias, Capuletos y Montescos, cuyos hijos deciden jugar la carta del amor, en lugar de la de la guerra de clanes. Toman el relevo Dulcinea y Don Quijote, éxtasis del amor ideal, irreal, que Cervantes, con mano maestra, eleva a la categoría de arte literario y arquetipo sentimental, pues ese modelo de pasión idealizada hará meditar a los psicoanalistas y desembocará en inocentes o turbias variantes. Veremos a continuación al joven Werther, creado por la pluma de Goethe, suspirar por la bella Carlota, quien acabará casándose con otro hombre, Albert, y provocando la destrucción de su poético enamorado, incapaz de aceptar la pérdida de su ilusión. Los personajes de Orgullo y prejuicio, Elisabeth y Darcy, nos recordarán cómo era el cortejo a finales del siglo XVIII, cuando las mujeres no podían votar, ni hacer casi nada, salvo buscar marido. Don Juan y doña Inés, la Dama de las Camelias y Armand, Cyrano y Roxane...
Un festín para quienes buscan la felicidad.
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