Opinión | EL ÁNGULO

El desaliento

Hay gente que mueve el mundo hacia el caos y personas que intentan poner parches para detener esta sangría del derecho a la vida o a la libertad

La semana pasada, una jueza federal de nuevo, Allison Burroughs, bloqueó el intento de la Administración Trump de prohibir la inscripción de estudiantes internacionales en Harvard. Esta medida es el contraataque por parte del Gobierno a la negativa de la universidad de cumplir con ciertas demandas políticas, como eliminar programas de diversidad y combatir el antisemitismo, aunque para ello ha tenido que ver cómo se congelaban casi 3.000 millones de dólares de fondos federales en su presupuesto anual.

En medio del autoritarismo y la arbitrariedad están emergiendo ejemplos de resistencia, pequeños comportamientos inasequibles al desaliento. Uno de ellos es la reaparición del Reino Unido en la diplomacia internacional, con su presidente Keir Starmer a la cabeza. En poco tiempo, el país ha pasado de estar dirigido por el populismo de Boris Johnson y su apartheid de todo lo no británico, a ser el principal impulsor junto con Francia de la «coalición de voluntarios» buscando una solución pacífica para Ucrania. Líderes de distinta orientación política, Macron, el propio Starmer, el canciller alemán Merz y el primer ministro polaco Donald Tusk, siguen en su empeño de reunirse e interceder entre Trump y Putin, una y otra vez. Es un pequeño grano en la situación de desconcierto internacional, pero mucho peor sería que nadie tomara la iniciativa de respaldar a un hombre por ahora blindado al desánimo como Volodimir Zelenski.

Es difícil que el alma no se licue ante las injusticias diarias, la mayor de ellas el genocidio retransmitido en vivo y en directo, y o bien mirar hacia otro lado o dejar que el ánimo de revancha violenta se dé en ti. El domingo por la tarde se volvió a reunir el Grupo de Madrid, a instancias del ministro Albares, para analizar la trágica situación humanitaria de Gaza y el ingreso de ayuda urgente. Más de veinte países europeos y árabes comprometidos con la paz en Palestina. ¿Insuficiente? ¿Contradictorio con otras acciones comerciales? Pues claramente sí a las dos, pero volver a intentarlo dentro de esas limitaciones es mucho mejor que dar por perdida toda esperanza.

Hay gente que mueve el mundo hacia el caos, hay personas que intentan poner parches dentro de sus competencias y posibilidades para detener esta sangría de los mínimos derechos ciudadanos, el de la vida o el de la libertad. Los que mantienen el aliento agonizante están en el lado bueno de la historia, sin doblegarse por el acorralamiento de Estados Unidos o por el desánimo inmovilista frente a la crueldad de Putin o Netanyahu. La palabra como última arma, la negociación como último recoveco de la civilización.

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