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Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Compañías, filiales y subcontratas:el camarote industrial

Imaginen la escena: un despacho en una multinacional. Suena un teléfono, lo descuelga el gerente:

–¿Está lista la pieza que pedimos?

–No, eso lo lleva la filial de Valladolid.

–Ah, perfecto. ¿Puedes darme su número?

–Claro, pero igual mejor hablas con la subcontrata de montaje en Huesca, que son los que tienen el pedido.

El gerente anota, llama a Huesca, y le responden:

–No, nosotros hacemos la mitad. La otra mitad la mandamos a Teruel para que lo acabe un autónomo que tiene un taller en su garaje.

El camarote industrial está servido. Como en aquella escena inmortal de los Hermanos Marx, ya no sabemos cuántas manos, papeles y sellos están implicados, ni si al final saldrá algo más que caos de este sistema de filiales, subcontratas y sub-subcontratas. Lo único seguro es que hay demasiada gente en el camarote... y todos cobran menos que el capitán del barco.

Y así es como pasamos de Marx a los hermanos Marx. El sistema de subcontratación se nos vendió como el nuevo paradigma de la eficiencia empresarial: «externaliza, reduce costes, maximiza beneficios». Pero en la práctica, lo que ha maximizado son los quebraderos de cabeza para todos, menos para los resultados de las grandes compañías, que se sientan cómodamente en cubierta mientras el camarote rebosa de filiales, autónomos y empleados temporales tratando de que el barco no se hunda.

Si Groucho Marx dijera aquello de «la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte», no sería una broma y más que nunca estaría en lo cierto. Es el día a día de un trabajador subcontratado en Aragón:

–¿Por qué mi sueldo es más bajo que el de los empleados de la empresa principal?

–Porque no eres de esta empresa, trabajas para una filial.

–¿Y la filial?

–Una subcontrata.

La pregunta final es inevitable:

–¿Y yo para quién trabajo?

–Para un sistema que solo entiende de números, no de personas.

En este punto es inevitable preguntarse hacia dónde vamos. En Aragón, hemos visto cómo este modelo ha inundado sectores como la automoción, la construcción, la industria papelera y hasta la logística. Cada nueva gran empresa que aterriza en la región crea a su alrededor un enjambre de filiales y subcontratas que no siempre garantiza empleo de calidad. Al contrario: convierte el mercado laboral en un laberinto burocrático donde nadie sabe a quién reclamar por un salario justo o por condiciones laborales dignas. Parece que de la frase «Más y Mejor» tan solo nos quedamos con el aspecto de cantidad y no con el de calidad. Y mientras tanto, en el camarote industrial no cabe un alfiler. Los trabajadores se pisan unos a otros, intentando no ser aplastados por la precariedad que las grandes compañías externalizan, pero que nunca desaparece: simplemente pasa de un eslabón al siguiente. Y es que, la eficiencia tiene un límite.

El modelo de subcontratación puede ser necesario, pero llevado al extremo no es más que un chiste de los Hermanos Marx: mucho movimiento, mucho ruido, y al final no queda claro quién hace qué… ni por qué. Tal vez sea hora de abrir las puertas del camarote, ventilar el aire viciado y recordar que, en una empresa, el capital humano no debería ser una variable más en el Excel, sino el motor real que la impulsa.

Porque, al final, lo único que necesitamos no es más gente en el camarote, sino un capitán que realmente sepa a dónde va.

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