Opinión

Telesillas al abismo

Cada 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente, nos recuerda algo que debería ser evidente todos los días: no hay causa más urgente, ni lucha más transversal, que la de proteger el planeta en que vivimos.

En un mundo saturado de conflictos, olvidamos que sin un entorno habitable no habrá justicia social, derechos humanos, ni economía que defender. La emergencia climática no es una amenaza futura: es una crisis presente. La tierra, rica en biodiversidad y en paisajes de valor incalculable, se encuentra en el epicentro de múltiples tensiones derivadas de un modelo de desarrollo extractivista y consumidor de recursos naturales.

Aragón es un laboratorio de todo lo que estamos haciendo mal en materia ambiental, desde las macrogranjas que contaminan suelos y aguas al regadío intensivo que agota recursos hídricos, pasando por la expansión sin planificar de las energías renovables sin control, el monocultivo del turismo de la nieve o las grandes infraestructuras hidráulicas.

Canal Roya, una joya del Pirineo, está amenazada por un proyecto que pretende unir estaciones de esquí mediante telesillas y remontes, arrasando un paraje de altísimo valor ecológico. Ha despertado una movilización social sin precedentes y ha puesto sobre la mesa un modelo turístico insostenible que ignora la evidencia del cambio climático: menos nieve, temporadas más cortas y un ecosistema cada vez más frágil, mientras el Gobierno de Aragón sigue poniendo todo tipo de alfombras rojas al capital privado en el espacio público. Y no es un caso aislado. El Pirineo aragonés enfrenta múltiples amenazas: pérdida de biodiversidad, sobreexplotación, grandes obras hidráulicas y una especulación urbanística que no respeta ni a los valles ni a sus gentes.

Más de 200 especies están amenazadas en Aragón. Las vecinas y vecinos de Torrero luchan sin tregua para evitar que gran parte de los Pinares de Venecia, el pulmón de Zaragoza, acaben convertidos en el Parque de Atracciones más grande de Europa, en otro delirio de grandeza del Partido Popular en nuestra tierra. Será, otra vez, a costa de nuestro entorno natural.

Mientras, en el sur, el Maestrazgo turolense soporta el conflicto más atroz: la instalación masiva de centrales eólicas y fotovoltaicas. Sin una planificación territorial que respete la biodiversidad y el patrimonio paisajístico, amenaza con convertir esta comarca en un polígono energético más, vaciando de sentido su identidad y su potencial como modelo de desarrollo sostenible. Vorágine que amenaza otras zonas de gran valor, como el Moncayo, las Cinco Villas, los Monegros, el Prepirineo, la huerta de Movera…

El reto no es oponerse a las renovables, sino exigir que se implanten con cabeza y justicia territorial, a la vez que se camina hacia otro modelo más responsable. La transición energética debe ser ecológica, y también democrática. No puede convertirse en una nueva forma de expolio al servicio de los de siempre, sea en formato de molinos, placas o biogás. Lo mismo ocurre con la extracción minera, amenazas a las que no somos ajenos con icónicos ejemplos como la Mina Muga en las Altas Cinco Villas o la Mina de Borobia en el Moncayo soriano, que además amenaza las aguas de las comarcas de Calatayud y del Aranda.

La lucha contra la emergencia climática debe ser una lucha común, porque el planeta es el único hogar que compartimos. Aragón es hoy un espejo donde se reflejan las contradicciones de nuestro tiempo: entre progreso y destrucción, entre economía y ecología, entre beneficio inmediato y legado futuro. Si no defendemos los paisajes, los ecosistemas y nuestras comunidades, el precio será irreversible.

El cambio climático y todos los procesos asociados, la contaminación de las aguas, el agotamiento del planeta, la desaparición de cientos de especies y, en definitiva, sobrepasar todos los límites del planeta que nos alberga, nos obliga a reflexionar y a actuar, a modificar nuestros hábitos colectivos y a reducir la capacidad destructiva de la humanidad. Abandonemos el crecimiento infinito en un planeta finito.

Lejos de corregir, profundizamos en el hoyo. Los centros de datos hiperescalares, que se anuncian como el futuro de Aragón, representan justo lo contrario, un gran consumo de recursos a costa del territorio y del planeta.

Ya hace dos semanas que superamos la “capacidad de la Tierra” en España de este año, lo que significa que la demanda de recursos y servicios ecológicos de la humanidad supera lo que la Tierra puede regenerar. Lo que en términos económicos significaría que estamos en un déficit insoportable.

Este 5 de junio, acudamos a las movilizaciones, en Zaragoza, Huesca y Teruel. No nos subamos a esos telesillas al abismo. Porque cuidar el medio ambiente no es una opción: es la base de toda vida, de toda justicia, de todo futuro. 

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