Opinión

Alcaraz

La épica victoria de Carlos Alcaraz en París, derrotando en la final de Roland Garros a Jannik Sinner, quedará en la memoria de muchos aficionados como uno de esos partidos míticos cuya trascendencia el tiempo no hará sino acrecer.

Todo en ese encuentro inolvidable fue grande, rozando lo excelso: el juego de ambos contrincantes, su pundonor en la pista, su nobleza en la competición y su manera de felicitar al rival una vez consumidas las cinco horas y medias de la final más larga y, seguramente, la mejor en la historia del torneo.

En el capítulo de reconocimientos, de Alcaraz me ha llamado la atención que, al extenderlos, empleara el plural. No dice Carlitos «hice», «pude» o «gané», sino «hicimos», «pudimos» o «ganamos». De esa huida generosa, humilde, del propio yo se benefician las personas y equipos que le acompañan, desde sus padres y familiares más próximos hasta los técnicos que suplementan a Juan Carlos Ferrero como capitán de un equipo –porque lo es–; un engranaje, el de Carlos Alcaraz, diseñado y preparado para conquistar grandes logros y torneos a cinco sets, esas cuatro míticas coronas que son el Open USA, Wimbledon, Australia, y, en tierra, Roland Garros.

Alcaraz, además de humilde –como la mayoría de los genios– es un ejemplo extraordinario para la juventud española. Su buen talante, su respeto al contrario y a las normas de juego, su madurez a los veintidós años le convierten en un referente de tantos jóvenes españoles que buscan su lugar en la sociedad y en el mundo. Que sueñan con grandes logros y están dispuestos a emular a su ídolo en los desafíos de sus respectivas vidas y trabajos.

Sin olvidar que, si Carlos ha escalado las más altas cumbres del deporte universal lo ha hecho gracias a su capacidad de sacrificio. A muchas horas de durísimo esfuerzo y trabajo ingrato en un gimnasio o en un frontón, aprendiendo en el plano psicológico a dominar sus impulsos, a aceptarse y mejorarse a sí mismo hasta dar el máximo de sus posibilidades. Unidos a su genio tenístico, su educación y su equilibrio suman los factores que distinguen a un campeón. Aprendamos de él, disfrutemos con él.

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