Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Cada noche,uno

La rica cantera de la literatura contemporánea aragonesa se nutre con una nueva firma y una narrativa muy interesante y original, la de Luisa María Gil Casorrán, quien esta tarde presenta en el Centro de Historias de Zaragoza su libro de relatos, titulado Uno cada noche.

De este título, tan divertido, cabe fácilmente deducir que, en sus alegres y profundas páginas, iremos a encontrarnos con generosas dosis de humor. Es un enfoque, un tratamiento humorístico el suyo que impregnará buena parte de los más de veinte relatos de esta escogida gavilla. Humor oscilante entre la sátira, la metáfora, la ironía, el sarcasmo, el humor negro, el somarda, el británico, el chiste o el gag.

Los cuentos de Luisa María Gil, muy variados en extensión, ambientación, época y temática son, sin embargo, tan personales e intransferibles como si formasen parte de un todo. Gracias al estilo, que los uniforma y referencia, distingue y eleva, van engarzando uno con otro a la manera de eslabones de una cadena creativa de largo alcance y profunda raíz. Siendo admirable en todos los casos la inspiración que los ilumina, aquel golpe o esa revelación que los hizo nacer, y asimismo los desenlaces, sorprendentes, hilarantes, paradójicos, metafóricos a menudo de un pensamiento o idea que, sin estar de manifiesto en el relato, resulta de su lectura a modo de conclusión exenta de mensaje moral (moralina) y abierta a nuevas interpretaciones.

Sería el caso, por ejemplo, de dos de mis cuentos favoritos, El cura tenía razón y El monstruo de las dudas.

En el primero, las fuerzas del credo religioso luchan contra una realidad, que las ignora, por medio de símbolos y profecías, para comprobar finalmente –por eso el cura «tenía razón»– cómo, rompiendo todo lazo con lo real, se cumplirán a modo de milagro bíblico.

En el segundo, la maldad convive tan cerca del protagonista que podría haberse encarnado en sus vecinos más próximos, en sus seres queridos; incluso en él mismo. En esta narración, el talento de la autora roza una altura celestial, a pesar –o quizá, precisamente por ello– de haber descrito el infierno.

Uno cada noche. O dos, si se puede...

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