Opinión | TEJIENDO PALABRAS
Humanizar la política
Llevamos demasiado tiempo sufriendo los embates de la polarización política. Creo que una de las causas más evidentes de esta lamentable situación es la mala educación que se comprueba en nuestra sociedad. Observo una serie de comportamientos y actitudes hostiles de personas cuyo interés está centrado únicamente en la destrucción del contrario. Compruebo cada día, en los parlamentos, en los periódicos, en la radio, en la televisión y hasta en los mensajes de WhatsApp que recibo, la obsesión enfermiza de personas que gastan su energía diaria en criticar, difamar y arrasar a quienes consideran sus enemigos porque tienen otra forma de pensar o porque militan en un partido político contrario al propio.
Desde la perspectiva psicosocial, me atrevo a afirmar que hay como una especie de desquiciamiento en la personalidad de muchos individuos y grupos, de manera que todo lo que corresponde al adversario o contrario lo miran con un odio rabioso. Seguramente, quien está leyendo este artículo pensará que eso solamente lo hacen los otros, sin darse cuenta de que, a veces, uno mismo también puede estar cayendo en este problema. Cuando leo artículos de opinión, cuando oigo o veo programas de debate político, siento una profunda tristeza al comprobar que determinados columnistas, periodistas o tertulianos retuercen sus argumentos para atacar a los otros o defender las propias iniquidades. Sospecho que las personas que solo tienen la cabeza puesta en defenestrar a los otros y nunca hacen autocrítica de quienes forman parte de su espectro ideológico y político, se convierten en individuos malvados, perversos y mezquinos; este camino, además, les lleva a mostrar una cierta arrogancia, manipulan y engañan; y lo peor es que terminan siendo fanáticos intransigentes, trasladando a la sociedad una polarización innecesaria.
La política es importante, las ideas como un derecho a pensar libremente también, pero en estos entresijos sociopolíticos debiera existir la buena educación. En este sentido habría que pensar qué tipo de acción educadora se ejerce desde instituciones tan importantes como pueden ser la familia y la escuela; al mismo tiempo habría que reflexionar sobre la relación que existe entre estas dos instituciones, qué apoyo se ofrece desde las autoridades educativas, qué aportes realizan los medios de comunicación para favorecer una buena educación. Qué ejemplo ofrecen quienes están en los estamentos superiores de la sociedad. A todos se nos debería pedir educación, respeto y responsabilidad social. A todos se nos debería invitar a humanizar la vida social y política.
Pero cabe una pregunta: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de humanizar? Esta palabra, según el diccionario significa "hacerse humano, familiar, afable a algo o a alguien. Ablandarse, desenojarse, hacerse benigno". Por tanto, humanizar la política desde esta perspectiva conceptual conlleva un esfuerzo educacional por parte de toda la sociedad. Significa que hay que apostar por una educación basada en los valores de la convivencia, aquellos que nos permiten aprender a vivir juntos.
Nuestra diversidad cultural, nuestras diferencias ideológicas no pueden ser objeto de confrontación fratricida, necesitamos aprender a convivir con quienes están en las antípodas de nuestras ideas. En este sentido, una propuesta que humaniza sería una educación social, que promueva el respeto, la aceptación y el reconocimiento del derecho de los demás a pensar como quieran; la empatía, que nos permite entender y comprender a la otra persona; la tolerancia, capaz de soportar las diferencias ideológicas sin hostilidades; la humildad, que nos lleva a aceptar la posibilidad de estar equivocados o de aprender otras ideas distintas a las propias; el diálogo amable, que construye puentes y no muros; la paciencia, que nos ayuda a no ser impulsivos y evita dejarnos llevar por los instintos salvajes; la justicia, que permite tratar a los demás con equidad con independencia de lo que piensen; y la solidaridad, como la cooperación y la búsqueda de soluciones a los problemas con quienes son nuestros contrarios. Esto que acabo de proponer puede parecer para los lectores una utopía. Admito que sí, es una utopía, pero tener nuestro horizonte puesto en este sueño es el mejor camino hacia la humanización.
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