Opinión | FIRMA INVITADA

A la izquierda del PSOE

Taponar a las derechas y sus políticas pasa por evitar el fracaso y caída del actual gobierno progresista y la reedición de uno nuevo en las próximas elecciones

En el espacio a la izquierda del PSOE no cesan las disputas. Cada vez más inoportunas. Con deslealtades, expedición de certificados de pureza, celos, presiones, codazos, zancadillas, ridículas peleas por ínfimos espacios, dentro de un espacio común cada vez más pequeñito. Quien conozca esto de cerca seguro que afirma que soy sutil y benevolente en la descripción. Estas prácticas cainitas parecen encontrar su razón de existir en buscar, forzar y ahondar diferencias, quién sabe si para dar sentido a la propia existencia; sugiero que tal vez fuera más placentero, y sin duda mucho más útil, explorar denominadores comunes para construir y avanzar.

Mientras, eso de la «superioridad moral» se diluye. Porque el ventilador sobre la porquería es lo que tiene: acaba homologando de color marrón y olor nauseabundo a todo lo que pilla alrededor. Hay que reconocer que es este uno de los mayores éxitos de los corruptos; generar la sensación de que todos los que se dedican a la política son iguales y así intentar disimular sus propias vergüenzas.

Los valores solidarios, igualitarios, de justicia social, de libertad y democracia, pierden espacio y asoma con fuerza y sin complejos, un mundo distópico y cruel, al servicio exclusivo de unas élites poderosas. Y sí, también forma parte de su éxito haber impuesto el relato de que todo esto no es sino una exageración.

Liberticidas, brutalmente reactivas a los derechos laborales, a la protección social y al estado de bienestar. Envueltas en chanchullos, escándalos, manipulación de las instituciones y procesos de corrupción. Son nuestras derechas nacionales, cada vez más histriónicas e impregnadas de estilo ultra.

Hay que reconocerles la habilidad de apropiarse sin pestañear de palabras como libertad y democracia. También la de postularse como adalides de la regeneración. Y, a pesar de la clara evidencia que nos dan sus hechos y su historia, hay mucha gente que se lo traga.

Algunos dicen que las propuestas de izquierda no pueden sustentarse en el miedo a la derecha. No puedo estar más de acuerdo. Pero las posibilidades de que en nuestro país acabe gobernando la extrema derecha son altas. Y en ese escenario, el riesgo no es que se paralicen los avances que nuestro país necesita, sino que se produzcan serios retrocesos sociales y democráticos.

Taponar a las derechas y sus políticas pasa por evitar el fracaso y caída del actual gobierno progresista y la reedición de uno nuevo en las próximas elecciones, cuando toque. Pero eso no va a ser posible si no hay una alternativa que consiga traducir en representación parlamentaria ese difícil y plural espacio progresista que se encuentra en estos momentos fuera de los perímetros electorales del PSOE. Si alguien sueña con que la ausencia de una alternativa unitaria y creíble a la izquierda, puede hacer conducir al redil del «voto útil» a muchas gentes de la izquierda, puede tener algo de razón, pero ese sueño tiene muchas posibilidades de convertirse en pesadilla cuando se constate que eso no es suficiente para tener los números necesarios para formar gobierno, por efecto de la dispersión y el crecimiento de la abstención.

Esto evidencia la enorme responsabilidad que recae sobre las diversas organizaciones y gentes que pueblan esos espacios a la izquierda. Sin su diálogo, clarividencia y generosidad, el asunto se va a poner crudo. Y no hay demasiado tiempo. Acuerdos conflictivos y a última hora, en caso de producirse, conducirían a un fracaso electoral.

En los graves momentos que vivimos, tanto en el escenario nacional como en el internacional, algunos debates sobre la unidad que trascienden desde las organizaciones de izquierda se quedan insignificantes, sin demasiado sentido y bastante alejados de la altura de miras que necesitamos.

Romper inercias sectarias, moderar procesos de autoafirmación, abandonar la plácida contemplación de ombligos propios, no es fácil. Requiere sacudirse galbanas y dotarse de buenas dosis de empatía y generosidad. Pero hay que asumir inmediatamente la responsabilidad que toca.

Las derechas no se equivocan ni se desvían un ápice al desplegar sus hoja de ruta. Y lo hacen sin descanso, generando con todos los medios a su alcance estados de opinión contrarios a las políticas progresistas, solidarias, sociales y democráticas. Podemos comprobarlo, en mayor o menor medida, en nuestros entornos familiares, de amigos, vecinos, compañeros de trabajo...

Hay que intentar evitar que nos arrastren a un mundo en el que el único consuelo que nos quede sea decir: «pero mira que son cabrones, cómo nos pueden putear así».

Una última nota: las consignas huecas, los tacticismos, las operaciones de márquetin vacío, las propuestas trampa, etc., todas estas cosicas que se suelen hacer para mantener y ganar parroquia, no sirven para nada. Y más que cansar, agotan.

Pero nada, compa, no me hagas demasiado caso. Tú y yo sigamos discutiendo sobre quién de los dos es más rojeras; discusión inútil porque yo siempre voy a serlo más que tú... y tú más que yo. Llevamos así décadas y ni nos aburrimos ni nos convencemos.

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