Opinión

La caída de un triunvirato

Integridad, principios y dignidad tirados por el retrete de la ambición de unos corruptos y unos corruptores

En el espacio de esta semana pretendía otorgar un protagonismo compartido a dos cuestiones, coincidentes en el tiempo, que personalmente, creo que merecen una mención; por un lado, el llenazo y rotundo éxito de los conciertos del mejor letrista que acompaña cualquiera de mis momentos desde hace muchísimos años y que probablemente habrán sido los últimos en Zaragoza, ¡qué grande Sabina! Por otro, la reciente y novedosa Prueba de Acceso a la Universidad» (PAU), sustituta de la EVAU y que para nuestra generación sigue siendo la «selectividad». Además de la inquietud y los miedos habituales arrastrados durante todo el curso (qué mal lo pasan, pobretes) y esa sensación inevitable de que te enfrentas al examen de tu vida, el que decide tu futuro, hay que añadir que los cambios introducidos han generado gran incertidumbre para alumnos y profesores, que indirectamente también se someten a la prueba de fuego. No olvidemos que los centros se juegan su prestigio medido en número de aprobados en la EVAU-PAU o cómo decidan que se llame a la siguiente vuelta, cuestión, bajo mi punto de vista, muy discutible que daría para más de un artículo. 

Pero, a la vista de los acontecimientos y aunque tengo preferencia por asuntos más locales, resulta ineludible la referencia al famoso informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que he tenido la oportunidad de leer y que es demoledor. Tres eran tres... y es que el perfil de los tipos tampoco deja mucho a la imaginación.

Impuestos «revolucionarios», contrataciones-fantasma de allegados, repartos de mordidas entre un triunvirato que avergüenza, e incluso intercambio/elección de mujeres como quien elige una corbata o pincha del plato del otro con el que comparte mesa en un restaurante un trozo de carne... Me produce una indignación que resulta difícil trasladarla con palabras.  

Integridad, principios y dignidad (si es que en algún momento este trío «la-la-la» de embusteros y trileros tuvieron algo parecido) tirados por el retrete de la ambición, de corruptos y corruptores, porque unos «pillan» pero al otro lado hay quien está dispuesto a venderse por la adjudicación de contratos millonarios, no lo olvidemos... Nombres de grandes empresas, habituales en licitaciones públicas, con gran experiencia en modificaciones de contrato a la alza, para colmar de «plata» a sujetos como estos. No es entendible que no exista algún mecanismo por el que se limite/rescinda su participación en adjudicaciones públicas para estos «grandes poderes ocultos», que no citaré para no meterme en un lío. De todos modos, anda que no lo he escuchado en mi casa... los billetes tendrían que ser como los tomates, deberían de pudrirse.  

Desde luego esta situación es la tormenta perfecta para generar el caldo de cultivo que convierte en mantra la típica frase «todos son iguales». ¡Me rebelo! No negaré que se producen guerras intestinas, traiciones y codazos varios por ambiciones personales, que podrían ser lícitas, aunque las haya desmedidas, y es cierto que para alcanzar objetivos hay «personajes acomplejados» dentro de las organizaciones que no dudan en pisotear a todo lo que tiene alrededor, e incluso comete el error de rodearse de mediocres para que evitar sombras molestas... dejémoslo ahí; también diré que, nada que no haya visto en el ámbito de la empresa, en las estructuras universitarias o incluso en una asociación de vecinos. Pero no, la política que yo conozco no es la de los aprendices de miserables (que afortunadamente acaban cayendo) que llegan a las instituciones para enriquecerse conchabados con funcionarios «comprables». La política que yo conozco está llena de personas comprometidas para quienes el dinero público es sagrado porque es de todos, mujeres y hombres con vocación de servicio público (tanto cargos públicos como funcionarios intachables), políticos y políticas honrados que se dejan la piel defendiendo unas ideas y unos principios (unas veces de forma más acertada que otras), que renuncian a momentos con sus familias y que pelean dialécticamente para sacar adelante iniciativas que mejoren la vida de la gente en sus pueblos o en su ciudad. La política que yo conozco es esa que reacciona ante la injusticia y no rinde pleitesía a los poderosos, que son siempre otros de los que poco se habla, no equivoquemos el tiro. 

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