Opinión

Las pintas

Hace algunos años, cuando le preguntaron a Pedro Sánchez si creía que Pablo Iglesias podría llegar a presidente de gobierno, y por su opinión acerca de esa posibilidad, el líder socialista dijo que no le gustaría nada porque Iglesias (por entonces, con su coleta) «tenía mala pinta». 

Buena, precisamente, tampoco la lucía Koldo García cuando empezó a escalar peldaños en la organización interna del PSOE. Primero como guardaespaldas y «fontanero», finalmente como asesor de un ministro, José Luis Ábalos, a quien conseguía tabaco, mujeres y comisiones. 

La pinta de Ábalos, un tipo espeso, de mirada turbia, amigo de chulerías y desplantes como buen hijo de torero -su padre, un diestro valenciano, alias Carbonerito, llegó a tomar la alternativa- nunca fue tranquilizadora. Pero quien realmente recuerda a un mamporrero de los Corleone es Santos Cerdán, el secretario de organización del PSOE. Lombroso habría deducido del suyo un perfil nada seráfico. Esos rasgos como machacados por los guantes del rival, o por los golpes de la vida, no podían, en apariencia, esconder un corazón tierno, concordando mejor con el granuja que se ha revelado. 

Los tres sinvergüenzas, Koldo, Ábalos y Santos (KAS), integran una pandilla de la que, cualquiera que valore su integridad moral, se mantendría prudentemente alejado. 

Esos tres, al parecer de común acuerdo, se habrían reído en la cara y engañado sistemáticamente a un Pedro Sánchez con mucha mejor pinta que ellos; pero también (si hemos de creerle) más inocente o tonto. Probablemente, no será una excepción. A tenor de que jamás se enteran de las guerras sucias, de las operaciones sucias, del dinero sucio, los presidentes y secretarios generales de los grandes partidos suelen definirse a sí mismos como almas cándidas, y Sánchez no iba a ser una excepción. Pero quizá KAS pensaba también en las siglas, en «la ganadería», como llaman a los compañeros (¿quizá por el origen taurino de Ábalos?); en ese caso tampoco sería descartable que una parte de las mordidas fuese a parar a altos cargos socialistas, como ya hiciera Bárcenas con sus colegas del PP, a quienes se «suplementaba» por vivir y hacer política en Madrid. 

¡Otra vez! Qué vergüenza... 

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