Opinión

Dos tormentas en una en Aragón

Las imágenes que ha dejado la tormenta del pasado viernes en varios municipios de Aragón son la imagen desoladora de la catástrofe, los efectos de recibir más de 100 litros por metro cuadrado en pocas horas, y la viva imagen de la desesperación de quienes han perdido mucho y solo les queda rescatar del barro todo lo que les permita empezar de nuevo hacia una nueva normalidad que nadie sabe cómo será ni cuándo llegará. Localidades como Azuara, Letux, Almonacid de la Cuba, Herrera de los Navarros, Villar de los Navarros... amanecieron con la mirada puesta en la reconstrucción casi al minuto siguiente de sentirse completamente a salvo, con todas las herramientas que tenían a mano para empezar la limpieza mientras se evalúan los daños. Y con la angustia todavía en el cuerpo de esos momentos en los que había dos personas desaparecidas y ríos de agua y fango anegando sus calles en las horas más críticas.

Han pasado ya más de 72 horas de aquella imagen, ahora la desesperación va ganando terreno al miedo, y con ella siempre surge la tensión, que mezclada con la rabia y la impotencia, da con situaciones como la vivida ayer por el presidente de Aragón, Jorge Azcón, que iba de visita a arropar a los afectados y acabó increpado por habitantes que le pedían constantemente «ayuda». En un primer momento, se podría pensar que ese auxilio es el que le procurará el decreto de ayudas que pretende ser inmediato y que el tiempo dirá lo que tarda en llegar a sus bolsillos.

Pero quizá en estos primeros momentos lo que esas voces enfurecidas le reclamaban es medios técnicos y humanos para reconstruir y seguir hacia adelante lo antes posible. La misma que le prestan agricultores con sus tractores o empresas de la zona que de forma desinteresada ya se han lanzado a socorrerles. Ayuda real, manos y máquinas que quiten barro, empresas que reconstruyan puentes y caminos... Esa respuesta que quizá se confunde con otras críticas como si ir a visitarles tres días después de la catástrofe es demasiado tarde o no. Incluso cuando en un primer momento la DGA consideró que no era necesaria la presencia de la Unidad Militar de Emergencias y ayer a última hora de la tarde pensó que sí. «Nunca es tarde si la dicha es buena», dijo el consejero Roberto Bermúdez de Castro. Así es. O más vale tarde que nunca, que también diría el refranero español.

Lo cierto que es últimamente en España parece que las catástrofes naturales deben ir acompañadas de una tormenta política en forma de resaca que convive con la desesperación y el enfado de los afectados, multiplica las tensiones y, casualidad o no, siguen un guion casi idéntico. Al igual que con la dana de Valencia, ayer el Gobierno autonómico, el presidente Azcón, volvió a señalar a la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) cuestionando que su alerta fue naranja y no roja, y a la Confederación Hidrográfica del Ebro por no limpiar el cauce del río que se desbordó ante semejante tromba de agua. De nuevo la Delegación del Gobierno en Aragón sale en defensa de ambos organismos dependientes del Gobierno central, y de nuevo desde la DGA se responde que a ellos también se les puede criticar y cuestionar sus decisiones. Al menos todos parecen conocer el funcionamiento del EsAlert, no como en Valencia. Y hay que esperar que también hay una importante diferencia con Valencia, esta vez no hay 200 muertos que lamentar por la gestión de la catástrofe. Ahora solo falta lo que los vecinos piden: ayuda inmediata y sin límites.   

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