Opinión | Sala de máquinas

Murero

El pasado fin de semana me coincidió una conferencia en Murero con el pico de la alerta climática por riesgo de tormentas.

Durante el trayecto, los 33º del valle del Ebro fueron perdiendo casi diez a medida que la carretera y el terreno ganaban altura. El cielo no estaba completamente cubierto, pero concentraba su honda y azulada negrura en determinadas zonas, allá donde descargaba inmisericorde sus rayos, el agua y la piedra.

Dejando atrás una Daroca en fiestas, la carretera a Manchones invitaba a admirar la fascinación de esas tierras altas, verdes y rojas. En Murero me recibió su alcalde, Santiago Mingote. Persona extremadamente afable, como sus concejales, me acompañó y abrió con orgullo el pabellón donde debía dar mi charla. Me reencontré allí con Arcadio Muñoz, consejero de Cultura de la Comarca de Daroca, y con el técnico de la institución, José Ángel García, ambos con un pie en la sala y otro en el estribo del coche por si el CECOPI los convocaba en clave de alerta y debían salir corriendo para ayudar a vecinos en dificultades por las tormentas.

Hablamos de la comarca, de sus municipios y dificultades, carencias y potenciales. Sacrificados y vocacionales, estos dirigentes llevan Aragón dentro, sienten sus raíces, conocen su historia. Que, en el caso de Murero, se remonta hasta esos quinientos millones de años de sus plegamientos cámbricos, con abundancia de trilobites, yacimientos minerales de alto valor paleo-arqueológico, muy valorados por su científica contribución a la evolución de la vida y de los seres vivos.

Asimismo el público, los vecinos de Murero, me parecieron significativamente interesados por la cultura y muy amables y dispuestos a elevarla al valor de un recurso transformador, capaz de hacer sociedad, unir a la gente, inspirar proyectos de futuro. Siempre que tengo la oportunidad de hablar en pueblos pequeños siento una doble gratitud frente a la atención con que reciben las palabras que pretenden abrir puertas a la reflexión, a la imaginación, compartiendo luego en los coloquios la precisión, el encanto y los conocimientos de nuestra lengua y sus manifestaciones.

Murero: belleza paisajística, calor humano, dignidad.

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