Opinión
Ábalos, el carnet y la carne
Con tantas cosas como pasan en el lado oscuro de la política, a la luz los pecados mortales se olvidan en favor de faltas y delitos menores. Muchos pocos opacan lo mucho delinquido y robado. Siendo de admirar cómo los manipuladores de la opinión aplican el axioma de la memoria de pez de los seres humanos con respecto a los acontecimientos públicos. El nuevo, el último escándalo, la noticia de ahora, de hoy, el eléctrico presente elimina el pasado reciente. Y así se van olvidando las frecuentes corruptelas, siendo la desmemoria un efecto parecido al perdón.
Se nos había olvidado, por ejemplo, o estábamos casi olvidando ya que José Luis Ábalos seguía perteneciendo al PSOE.
Que, a pesar de haber hecho lo que ha hecho, de ser Ábalos investigado y procesado, seguía siendo un socialista. Había dejado de pertenecer, es cierto, al grupo parlamentario de su partido, para pasarse, o más bien huir, al Grupo Mixto, donde conservaba un escaño, un despacho en el Congreso, la totalidad de su sueldo como diputado, el derecho a cobrar dietas, a un asistente y al uso de coche oficial.
Ahora, por fin, transcurridos muchos meses desde sus primeros escándalos, ha sido expulsado de su partido, despedido de Ferraz, privado de militancia, de carnet... Pero no porque se hayan filtrado nuevos datos sobre sus métodos de obtener beneficios paralelos, sino por las conversaciones con su amigote, mamporrero y conseguidor Koldo García respecto a sus compañías femeninas. En dichas charlas de coleguillas, expresándose ambos en términos tabernarios, las mujeres eran tratadas como mercancía sexual, puro entretenimiento de cama y descanso del guerrero; o, en el plano laboral, como amigas susceptibles de ser enchufadas en algún puesto de la administración pública, allá donde sus largas manos alcanzaran.
Ese tono, el de un machismo recalcitrante, hortera, prepotente, anacrónico, insoportable, ha indignado a la opinión pública, en general; y, en particular, a las feministas socialistas, luchadoras por la igualdad y la dignidad de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad española. Siendo finalmente motivo de una expulsión que debería haberse producido en el primer momento, pero que ha tardado demasiado, como demasiado está tardando el remedio contra la corrupción.
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