Opinión

No, no todos somos iguales

Es indudable que las noticias de estos últimos días han dejado una honda conmoción y preocupación nacional, pero también entre quienes formamos parte del Partido Socialista, a lo que se suma la indignación de ver cómo personas que tienen una gran relevancia dentro de nuestra organización son capaces de realizar presuntas actividades delictivas.

Una desazón que también llega a las personas que trabajamos día a día por nuestros pueblos y ciudades y representamos al Partido Socialista en diferentes instituciones. La misma corrupción que hemos visto en el pasado en otros partidos, asoma ahora su cara más amarga en el PSOE.

Para nosotros, quienes se aprovechan de la confianza de los demás para su lucro particular no son políticos. La política es un servicio público al ciudadano, no un servicio para uno mismo. Aunque en este país, y en ciertos círculos, cueste entender este principio básico, en el PSOE que yo milito tenemos claro que no estamos para enriquecernos nosotros, estamos para que la sociedad avance, mejore su calidad y condiciones de vida y sus derechos, lejos de verse recortados, sean cada vez mayores.

Un dirigente valenciano sentenciado por corrupción dijo en su día que él estaba en política para forrarse y para forrar a sus amigos. Somos muchos los que nos avergonzamos de este tipo de personajes y de sus fechorías, y estamos cansados de hombres que, creyéndose muy machitos, tratan a las mujeres como si fueran mercancía.

Cuando ocurren casos como los que vemos, se tiende a poner el foco en los políticos, haciéndonos a todos partícipes de algo que es responsabilidad única de quien supuestamente ha cometido delito. «Todos son iguales», dicen. Falso.

Nuestros familiares, nuestras amistades... nunca piensan de nosotros que somos como el resto, saben que somos políticos honestos, que dedicamos mucho tiempo a los demás y que, en muchísimos casos, hasta nos cuesta dinero. Pero cuando la distancia es mayor, cuando el político ya no es «de casa», entonces el pensamiento gira de dirección.

Los políticos son el reflejo de la sociedad. Si en ella existen manzanas podridas, también aparecerán en la política, como en cualquier otro ámbito profesional. Por suerte son pocas, y el sistema judicial y policial está muy bien preparado para procesarlas, enjuiciarlas y, si llega el caso, condenarlas.

Que nadie se rasgue las vestiduras, los políticos somos personas y el poder que ostentamos nos los otorga la ciudadanía cada cuatro años. La valía, el compromiso social y el buen hacer diario queda refrendado en la reelección, en la confianza que de nuevo depositan en tí quienes te han visto cada día trabajar sin descanso para mejorar su vida, ayudarles cuando lo han necesitado, atender sus peticiones, quejas o reclamaciones. Porque eso es lo que hacemos la mayoría de políticos: servir a nuestros vecinos.

Carguemos la responsabilidad sobre las personas que cometen delito, pero no extendamos la culpa al resto. Apoyemos y consideremos a las personas que quieren una sociedad mejor y trabajan cada día para ello. Desde concejalas y concejales en sus pueblos, pasando por alcaldes y alcaldesas, o diputados y diputadas en las diferentes administraciones donde hay representación.

Por eso no todo vale, no se puede decir «todos son iguales», y menos siendo un responsable político. Porque esto, por desgracia, pasa en todas las formaciones y nadie está exento de que pueda pasar también en su casa. Lo que tenemos que hacer es poner todos los medios y tomar todas las medidas que sean necesarias para una regeneración democrática consensuada. Que no se pongan las lealtades partidistas por encima de las convicciones éticas.

La sociedad necesita políticos honestos, que trabajen por la ciudadanía y que ayuden a que todos podamos vivir mejor. No, no somos todos iguales. 

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