Opinión
Libertad para ser persona
Deberíamos empezar a diagnosticar cada provincia, hay herramientas tecnológicas para lograr tratamientos para cada 'paciente territorial'
Es curioso y atípico el momento que nos está tocando vivir. Por una parte, entendemos cómo la economía funciona bien a niveles macro; si bien es cierto que la doméstica o micro presenta ciertos problemas pendientes de resolver, sobre todo en algunos territorios, en especial en las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza, entre otras. Me estoy refiriendo a la vivienda y su carencia, tanto en compra como en alquiler. Para esta cuestión, son las administraciones autonómicas y locales las que tienen las competencias; aunque, la administración central también deberá asumir su cuota parte.
La cuestión radica en que, a pesar de haberse incrementado los salarios -partiendo del SMI, que ha tenido un aumento del 61 % desde 2018-, el valor salarial en relación con el coste de la vida no es igual para todos los territorios del país. Hay provincias en las que la vivienda no supone un problema, sin embargo, por lo general tienen una carencia de servicios. Un buen ejemplo es lo que venimos conociendo como la España despoblada. Mi consideración sobre todo esto es que deberíamos empezar a diagnosticar una a una cada provincia; tenemos herramientas tecnológicas suficientes para conseguir tratamientos correctos para cada «paciente territorial».
Son demasiados años en los que hacemos la fotografía de España solo con una parte de ella y, de esta manera, la trasladamos como un todo. Así queda muy lejos de la realidad que debería ser. Si continuamos con el ejemplo de la vivienda como principal preocupación de los españoles y tomamos una pequeña muestra estadística: el 51% de la población que supone esa España interior o deshabitada dispone del 56% de las viviendas totales, mientras que el 49% de la ubicada en los territorios de alta ocupación poblacional tiene el 44% del total de las viviendas del Estado. Que cada cual saque sus propias conclusiones sobre lo que esto significa.
Hasta aquí hemos visto cómo el estudio del impacto de la economía en los ciudadanos es muy diferente de acuerdo con el lugar en que se resida. Por ello, deberíamos ser capaces de no ser tan generalistas y aplicar correctores que permitan plasmar realidades en la aplicación de las correspondientes fórmulas.
Además, tenemos el estudio sobre la economía productiva, o sea, la real, no la derivada de los servicios necesarios para la convivencia ciudadana. Un buen ejemplo lo tenemos en el impacto que así tiene Madrid, al ser la capital del Estado, en economía y población, porque ubiquemos en el lugar que consideremos esa representación, trasladaríamos allí toda esa potencialidad. No olvidemos que el origen que mantiene la capitalidad lo pagamos todos los españoles y, por tanto, de ninguna manera se le puede aplicar como propia, en este caso, a Madrid.
Pero no hemos terminado de definir el escenario sobre el momento que estamos viviendo, en definitiva, el nuestro. Los anteriores fueron de otras generaciones, y los futuros serán responsabilidad de las que vengan. Manifiesto esta obviedad porque no podemos echar balones fuera: esta es nuestra obra y nosotros sus actores. Creo no equivocarme si confirmo que hicimos un primer acto aceptable. Veníamos de cuarenta años de dictadura y supimos valorar el significado de la libertad, de cómo la sociedad era capaz de reconocer que la democracia les hacía protagonistas de su propia vida y cómo aquellos intentos de involución eran rechazados con la fuerza de la convicción por una sociedad dueña de sí misma.
Mas no cabe duda de que no todo se hizo bien. La generosidad debe tener el límite de no justificar la responsabilidad de aquellos que permitieron esos tristes cuarenta años y, además, no transmitir a las siguientes generaciones que la libertad no es un concepto permanente, que es necesario cuidarla día a día y, sobre todo, no bajarla de su alto nivel, que significa la capacidad de ser cada uno lo que considera que debe ser. La libertad no es la de tomarse cañitas: esa ya la teníamos con Franco, solo era -y es- cuestión de capacidad económica.
Necesitamos trabajar por una regeneración democrática, en la que el ciudadano lo sea con la libertad de ideas para construir una sociedad de entendimiento y no de confrontación, en la que mirarnos todos sin distinción, como personas iguales, cada uno con su propia libertad, pero apoyando una convivencia positiva y respetuosa.
No deseo finalizar este artículo sin un recuerdo por un pueblo masacrado, asesinado -el palestino-, por otro -el de Israel-, que permite a sus dirigentes y ejército que sean unos genocidas y que, además, lo hagan sin la repulsa de nuestros países. Reivindico un movimiento internacional a favor de Palestina, que es tan nación como la nuestra.
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