Opinión | EDITORIAL

Un gesto imprudente

La amenaza de guerra comercial dirigida por Donald Trump a España concreta en toda su amplitud la dimensión del problema que debe afrontar Pedro Sánchez a raíz de su determinación de proclamar públicamente un gasto en defensa equivalente al 2,1% del PIB como «suficiente y realista». La andanada del presidente de Estados Unidos, que anuncia una represalia arancelaria específica si el Gobierno no asume, como el resto de aliados, que el gasto debe ser del 5% dentro de diez años, cancela de forma abrupta lo que se ha querido presentar como un problema de interpretación de lo aprobado. Tal interpretación no es posible: los 32 socios de la OTAN deben alcanzar el famoso porcentaje sin que se sepa por lo demás cómo se llegó a él y con qué objetivos. Es una entelequia, según la literalidad del texto firmado, la presunta diferencia entre capacidades en el ámbito de la defensa y el dinero necesario: el 5% no es negociable (en 2035) ni admite excepciones. Otra cosa es cuál es la voluntad de cumplimiento de gran parte de los socios, una vez superados los próximos tres años de presidencia de Trump y aplacadas sus amenazas de descolgarse de la seguridad europea, de cumplir los términos establecidos por este.

La posición de Sánchez en la foto de familia que precedió ayer al inicio de la cumbre es sintomática de su aislamiento. Quizá sea el único que cuenta con incrementar ahora solo gradualmente el gasto contando con que en 2029 la Alianza pueda decidir quedarse a medio camino. O quizá sea el único que haya decidido verbalizar esta voluntad de ganar tiempo. Pero quedar en solitario y a la intemperie en su enfrentamiento con Trump es una imprudencia , y aún más cuando esa soledad en Europa no es menor en España, donde gobierna en minoría y sujeto a presiones incompatibles entre sí de sus socios. La creencia compartida por la mayoría de que el 2,1% defendido por el presidente del Gobierno no permite alcanzar los objetivos fijados para el próximo decenio es un hecho; la ausencia en el debate atlantista de cómo encajar en la senda de estabilidad presupuestaria ese objetivo final del 5% del PIB también lo es. Pero la amenaza sobre la economía española ahí está, y el presidente de EEUU se ha ocupado de subrayarla, aunque su afirmación de que doblaría los aranceles a España en un futuro acuerdo de comercio no encaje precisamente con el hecho de que las negociaciones al respecto estén establecidas con el conjunto de la Unión Europa. Bruselas no debería ni puede tolerar que el caso español se desgajara del pacto general al que llegue con la Casa Blanca a principios de julio. La mejor protección para nuestro país es el hecho de formar parte de la Unión. Pero Sánchez no puede pretender que la UE lo defienda de Trump mientras mantiene una posición unilateral y aislada en la política de defensa.

Está por ver ahora si en el camino hacia el 5% se abrirá la mano a soluciones más o menos imaginativas. Por ejemplo, Italia ha defendido el 5%, pero pretende incluir en el incremento de gasto la conexión de la isla de Sicilia con la península de Calabria, una obra civil, sin duda importante, pero de valor discutible en el esquema de defensa del flanco sur de la OTAN. La flexibilidad del documento aprobado a la que se ha referido Sánchez parece insuficiente para que cuelen en la sede central de la OTAN alternativas de tan discutible consistencia. Y es una incógnita que nadie es capaz de despejar sopesar hasta qué punto Europa da los pasos adecuados para armar la tantas veces invocada autonomía estratégica que la libere en parte del lastre de someter sus intereses a los objetivos globales de Estados Unidos.

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