Opinión | Fuera de campo
Inconformismo de alcance feliz
«Si buscamos respuestas en la filosofía de manera sincera, y no recetas rápidas que nos dejen en un estado de somnolencia intelectual, es muy posible que descubramos que el sentido que le hemos dado a la vida y a la felicidad no tiene, en realidad, ningún sentido. Esto nos permite rescatar la idea de Sócrates, aquella que parecía irrazonable cuando la discutimos al hablar de la virtud: la afirmación de que el malvado o el ignorante no pueden ser felices. Porque el conocimiento es el camino a la verdadera felicidad», postula en su último estreno literario mi querido y lúcido experto en mitos griegos Daniel Tubau, que brinda para todos por ese pequeño gran florecimiento humano que nos intente hacer dichosos en el camino. En el valioso Siete maneras de alcanzar la felicidad según los griegos (Editorial Ariel) que está en librerías desde esta misma semana, el bueno de Tubau intenta averiguar «qué es la felicidad, por qué buscarla y cómo alcanzarla, y hacerlo con ayuda de los filósofos griegos, siguiendo dos premisas. La primera es que no existe una fórmula mágica, una única receta para la felicidad. La segunda es que quiero mostrar a los pensadores clásicos alejados de cualquier imagen idealizada», tomen nota.
Y es que para Tubau, esos sabios no lo eran tanto: «Eran más bien amantes de la sabiduría, es decir, filósofos. Eran tan imperfectos, egoístas, torpes, tozudos y generosos como lo somos nosotros. Pero muchos de ellos poseían una gran virtud, que consistía en no conformarse con las cosas tal como son. Porque ‘las cosas tal como son’ las inventaron los dogmáticos y los demagogos, ya se trate de un tirano de Atenas, un rey de Persia, un capitalista o un comunista arquetípicos, el político o ideólogo de turno, el psicoanalista o el coach», remata nuestro poderoso ensayista.
«Pero también los profetas incendiarios, los antisistema que proclaman sus disolventes verdades desde las tribunas del sistema, los santones que viven retirados en una cueva o los filósofos que nos miran desde su torre académica», ahonda, cuestión en la que más de uno sale retratado en plasmas, móviles o plazas de antaño.
Y es que por estos paisajes frente al delirio deambulamos en demasía de la somnolencia al sonambulismo. Mójense la cara y abróchense los cinturones. Antes de la explosión de la Inteligencia Artificial, en La ballena y el reactor: Una búsqueda de los límites en la era de la alta tecnología (Editorial Gedisa), Langdon Winner hablaba de sonambulismo tecnológico, aludiendo a nuestra irreflexión ciega ante el uso y los cambios de las nuevas tecnologías, sin valorar cualquier impacto ético y social para el medio o largo plazo, amodorrando nuestro spark, identidad, relaciones y entorno desde los nuevos territorios de la alienación, estos que ahora se presentan tan fortalecidos distópicamente como ingenuamente renovados. ¿Habrá espacio aquí para poder declinar y volver a hablar de felicidad?
Desde la justicia social, las tecnologías sostenibles y el compromiso antimilitarista, Langdon Winner también firmó Autonomous Technology para resaltar esa idea de la «tecnología fuera de control», pero quizá el problema sea que los que están fuera de todo, de onda y honradez, virtudes y valores, sean muchos de nuestros líderes y políticos. Antes de emigrar en cohete, en la desasosegada era Trump utilicemos también nuestras máximas dosis de inconformismo por un alcance feliz.
Volviendo a ese maravilloso arte de conseguir una vida lo más lograda, Tubau es de los que cree que «las ideas no se fortalecen repitiéndolas, sino poniéndolas a prueba». Nos lo recuerdan filósofos de la ciencia como Karl Popper: nuestras creencias son más verosímiles o probables cuando sobreviven al intento continuado de refutarlas, no cuando huyen del debate», por lo que descubrir en qué nos equivocamos debería ser el primero de los desafíos personales al que enfrentarnos: a una, uno mismo, apunten sinceros.
Sea vida física o digital, off u online, no imponemos algoritmos ni convencemos a dos grados de separación. En su nuevo texto, Tubau compara las ideas que los clásicos predicaron frente a sus formas de vida, rutinas y hábitos de estos insignes filósofos, porque muchas veces, sugiere Daniel, las anécdotas «quizá son la apariencia, la imagen visible de una idea de felicidad». Será por ello que su divertido e intenso volumen apueste sincero por la influencia de un espíritu benéfico, el despertar el buen demonio, eudaimonia para que con y desde él aprendamos a vivir en plenitud. Que así sea. n
Suscríbete para seguir leyendo
- Una histórica tienda del centro de Zaragoza cambia de manos por jubilación: 'Internet es lo que más daño hace
- Rescatados en helicóptero 23 menores de un campamento del Valle de Oza que pasaron la noche al raso
- La dana causa estragos en la planta de Stellantis en Figueruelas: 8.000 coches nuevos dañados por el granizo
- Un central y pivote, la siguiente llegada en el Real Zaragoza
- Ayuso vuelve a Calamocha: el desconocido pasado de la presidenta de Madrid en el pueblo turolense
- Andrés Fernández pega la espantada y el Real Zaragoza reactiva la opción de Cárdenas
- La Lotería Nacional deja un primer premio en Aragón: aquí se ha vendido
- La cuenta de un restaurante que ha sorprendido en redes sociales: “Yo no lo pago”