Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Nostalgia del amor

La meritoria recuperación de las novelas cortas de Stefan Zweig a cargo del sello Ediciones Invisibles nos trae una nueva y bellísima entrega, asimismo equivalente, como las anteriores, a toda una celebración literaria: las que se orquestaban en cuanto el autor austríaco cogía la pluma.

Viaje al pasado es un ejercicio de recuperación de un tiempo pretérito, armónico y estético, donde anidó la felicidad. Para ser, por desgracia, desalojada de su cálido refugio por una guerra mundial cuya barrera de fuego separó a los amantes.

Él estaba soltero. Ella, casada.

Su pasión se había desatado en la casa familiar donde la mujer pasó a alternar sus funciones como esposa y madre con las de la tórrida y secreta amante de un hombre más joven, hacia quien experimentó una súbita e irresistible pasión.

Ninguno de los dos, sin embargo, se atrevió a exteriorizar sus sentimientos, que continuarían siendo clandestinos hasta que los cañones de la Gran Guerra, el cierre de las fronteras terrestres, el riesgo de navegar por los océanos los separó, primero, para acabar después separándolos definitivamente.

Ella permaneció en Europa. El rehízo su vida en América.

Pasados unos años, volverían a escribirse. Los teléfonos acababan de salvar la barrera trasatlántica y pudieron hablar, oír sus voces. Ella se había quedado viuda. Él se había casado, pero estaba dispuesto a abandonar a su mujer. La emoción desencadenó el deseo de verse otra vez y él regresó a Alemania con el propósito de verla y, tal vez, reanudar su antiguo amor.

Pero las ciudades alemanas, tomadas por las milicias nazis, no ofrecían un marco adecuado ni siquiera para la nostalgia; mucho menos, para el amor romántico. El mutuo intento de recuperarlo tuvo que enfrentarse, además, al paso del tiempo, a las primeras canas y arrugas en la piel, y a la sutil evolución de una tormentosa pasión hacia una amistad más tranquila.

Un portentoso estudio del amor en algunas de sus variantes y una redacción tan bella, sugerente, exacta y medida como la propia perfilación psicológica de los dos protagonistas de este nostálgico y, a su manera, revelador Viaje al pasado.

Con la firma de Zweig está todo dicho.

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