Opinión | APUNTES AL MARGEN
Nuclear: ni abrir, ni cerrar
Vaya por delante que la energía nuclear a medio-largo plazo no tiene ningún sentido. Sus pegas son de sobras conocidas. Residuos radiactivos que permanecen activos miles de años y que nadie sabe dónde meterlos. Consecuencias nefastas en caso de accidente (acuérdense de Fukushima y de Chernóbil). Necesidad de importar el combustible nuclear y por tanto dependencia, etc. De abrir no hay mucho que decir, porque los costes de construcción de las centrales nucleares son una locura. Es famoso el caso de la central Olkiluoto 3 en Finlandia que se presupuestó por 3.000 millones y finalmente costó 11.000 millones.
Por supuesto la solar, la eólica y las baterías son mucho más baratas. Por tanto, atendiendo en exclusiva a criterios económicos, carece de sentido construir nucleares. Si incluimos criterios ambientales o de seguridad, construir nuevas nucleares es de manicomio. Sin embargo, correr para cerrar las centrales que tenemos en funcionamiento puede que no sea una buena idea por varias razones. Actualmente, en España nos encontramos en medio de una transición energética que está siendo un éxito. Desde 2017 casi hemos multiplicado por dos la electricidad renovable y eso sin contar el autoconsumo de quien se pone sus propias placas en casa. Esta transición no ha acabado, todavía falta mucha renovable por instalar. Y sobre todo falta mucha inversión en sistemas de almacenamiento.
Pero esta transición energética no es solo una sustitución de la producción de la energía eléctrica. Es también una electrificación masiva. Todo hace prever que en los próximos años la demanda de electricidad subirá mucho. Cada vez hay más vehículos eléctricos: coches, pero también autobuses y camiones. La construcción de centros de datos en Aragón hace prever que se doble la demanda eléctrica de la comunidad. Finalmente, la instalación de aires acondicionados y el uso cada vez mayor de calefacciones eléctricas y aerotermias también incrementará la demanda eléctrica. Por ello, sería recomendable no precipitarnos en el cierre de las nucleares que aún suponen alrededor del 20% de la energía eléctrica en España. Además, tenemos la experiencia de Alemania que planificó el cierre de sus centrales. Ni la guerra de Ucrania modificó el calendario por lo que la subida del gas disparó el precio de la luz.
Ampliemos un poco la vida de las nucleares, pero gravándolas fuertemente y usemos esos fondos para acelerar las inversiones en renovables y almacenamiento que son la solución inagotable, barata, limpia y cuyos beneficios se quedan en España.
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