Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

La nueva Roma

Nadie como los itálicos Scorsese y Coppola han destripado mejor el sueño americano, sus sombras y sus delirios a través de la historia. Megalópolis (2024) la concibió Francis mientras filmaba Apocalypse Now, quizá pensando que la caída del imperio gringo estaba a la vuelta de la jungla. Este nuevo artilugio fílmico, muy discutido por la crítica por su pretenciosidad de 120 millones de dólares, es sin duda fascinante; busca paralelismos históricos, narrativos e icónicos entre la decadencia de la república romana (los tiempos de Cicerón) y los de la americana que ha sido devorada por sus delirios imperiales. La Nueva Roma (NY) se debate entre el tradicionalismo de las elites habituales, representadas por su alcalde Franklyn Cicero por un lado, y la visión avanzada del arquitecto Caesar Catilina que quiere edificar un Nuevo Edén con su talismánico Megalón. Aunque proclama inspirarse en la Conjuración de Catilina (63 a.e.c.), es más bien una revisión idealizada en la que surge otro mesías (american hero) que lidera al pueblo: «Mientras haya preguntas y un diálogo… esa es la utopía», concluye Caesar en la moraleja final.

La realidad siempre supera a la ficción y la conjura catiliniana acaeció en forma de elecciones otoñales el mismo año que se estrenaba el film. Si el Catilina histórico era un populista antisistema que fracasó -Julio César receló de él y Cicerón lo denunció-, el conspirador actual, también aupado por las masas a New Washington, se ha hecho con el poder de una república que quiere convertir en soliloquio autoritario. Y, a diferencia de aquellos tiempos, ni tiene al Senado ni a brillantes senadores para pararle la lengua y los pies. Siguiendo con los paralelismos con la vieja Roma, Trump está mucho más cerca de los caprichos y arbitrariedades sin fin de Calígula que del rigorismo republicano de Catilina. Como aquel psicópata, este otro es un síntoma de la inexorable decadencia del imperio americano, probablemente su patético epítome. No es extraño que los padres de la patria adoptaran los símbolos romanos (el águila, entre otros) y la arquitectura neoclásica, pues, como Roma, los Estados Unidos siempre han buscado la expansión de la frontera infinita que los conducía al colonialismo imperial (globalizado después de 1945). Pero, al mismo tiempo, esos fundadores promovieron un sólido equilibrio democrático y social que este tirano está echando por tierra, como el prestigio de la ciencia y de las universidades que han cimentado el dominio global de la tecnología estadounidense y, en consecuencia, de su estilo de vida. Quosque tandem abutere Donald patientia nostra?

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