La rampante estupidez armada

Los tecno macarras de Silicon Valley y la mafia militar industrial USA ya no disimulan. Han logrado poner al frente del circo americano al payaso tonto más cruel y, bajo su inmenso manto de estupidez armada, han decidido agrandar su cuenta de resultados en dólares y cadáveres. Cosecharán en todo el planeta, como hasta ahora, pero con nuevos y más eficaces procedimientos. Porque los chinos cada vez espabilan más rápido; serán el relevo de «el malo» cuando el «ruso malo» ya no sea creíble ni para la marioneta Rutte, el nuevo camarero de Trump en Europa, agente comercial de la industria bélica al que los lobbies han puesto de mayordomo tonto de la OTAN. –Le dejan que se titule secretario, total...

La piara de multimillonarios del Valle de la Silicona y el poder duro americano son, pues, al fin, una sola cosa. Comprarán lo que quieran, y si no, ahí está la tropa de pringados, a los que pertrecharán con el último juguete para que vayan a bombardear en cualquier lugar de la finca planetaria (menos Rusia, China, Corea y los que tengan «la bomba», claro, por ahora).

Los pringados, por cierto, somos todos lo que no hemos sabido hacernos millonarios. En esa imposibilidad está la prueba más palpable de que no merecemos vivir demasiado ni demasiado bien, así que a asumir el papel de figurante en el reparto. Te pagarán más o menos en función de lo útil que les resultes. Médicos, científicos que investiguen si pueden vivir (ellos) más años o hacerse un chalet en Marte cuando esto sea un estercolero, y en fin, todos los servicios que necesiten los hidalgos del medievo tecnológico para que les limpien la mierda de casa, del cuerpo y de sus cacharros tecnológicos.

Para llegar a esto ha habido que acondicionar antes un estado de imbecilidad universal. No han encontrado gran resistencia, es cierto; el ser humano, o como le queramos llamar, es una especie fallida según acredita la estadística. En las mejores condiciones de educación, cultura, tradición de pensamiento humanista y hasta en los países con mayor inversión en estos fines, la estupidez humana crece en proporción geométrica, mientras que la razón y la cultura lo hacen sólo en proporción aritmética. Conque el número de imbéciles aumenta exponencialmente mientras que el de medio listos se mantiene constante (cálculos menos optimistas piensan que ni siquiera se mantiene la tasa de reposición en estos últimos)

La conclusión es que la humanidad es cada vez menos inteligente, gracias en parte a que los idiotas más listos han inventado todo un universo de idioteces divertidísimas (para replicarse en modelos de menor rango) y gracias a un misterioso gen aún por descubrir; que explicaría la fascinación que el más lerdo o el más cruel despierta entre sus semejantes. 

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