Opinión
El calor como riesgo laboral
El cambio climático ya hace mucho que ha dejado de ser un desafío abstracto para convertirse en una amenaza para la vida
Las últimas muertes registradas en España de personas que habían padecido las altas temperaturas en plena ola de calor durante su jornada laboral son algo más que tragedias aisladas. Es la constatación de que el cambio climático ya hace mucho que ha dejado de ser un desafío abstracto para convertirse en una amenaza para la vida. Otros muchos empleados han sido atendidos por presuntos golpes de calor. Cada verano, las temperaturas baten nuevos récords. En Aragón, sin ir más lejos, hemos asistido a un mes de junio en el que se han batido récords históricos de temperaturas. Ante unas condiciones climatológicas adversas, solo cabe ahondar en la capacidad de adaptación. Una necesidad que interpela especialmente a las instituciones y empresas. Las políticas laborales deben estar a la altura. Proteger la salud de quienes trabajan al aire libre es una responsabilidad urgente.
Las condiciones en las que operan los profesionales de limpieza, jardinería, reparto o construcción deben ser constantemente revisadas. El marco laboral que podía servir hace una década ha quedado obsoleto por las nuevas características climáticas. Del mismo modo que es probable que el presente tenga fecha de caducidad. Trabajar a pleno sol en las actuales temperaturas -y las que están por venir- es una amenaza directa para la salud. Las empresas deben garantizar condiciones de trabajo dignas y seguras para aquellos empleos más expuestos, del mismo modo que la externalización de servicios públicos no puede ir, en ningún caso, en detrimento de los derechos de los trabajadores. Es imprescindible, por tanto, que los ayuntamientos y las empresas públicas y privadas actualicen sus protocolos de forma realista y con enfoque preventivo. La justicia climática y la justicia laboral son indisociables.
Adaptar la jornada laboral a las nuevas condiciones climáticas es un acto de cuidado colectivo. Del mismo modo que Zaragoza está ampliando la red de refugios ante las olas de calor, cabe ahondar en los criterios de salud climática de los trabajadores, así como reforzar la cultura preventiva. También la ciudadanía debería responder asumiendo una mayor responsabilidad en el cuidado de las calles. La limpieza no es solo la obligación del empleado encargado de la recogida. Previamente, está la responsabilidad de la ciudadanía.
Los sindicatos llevan tiempo alertando de que este tipo de fallecimientos requieren más atención y más planes de prevención e inspección. En Aragón escasean, quizá por el férreo marcaje que supone para las empresas y el escaso compromiso que desde lo público se tiene en articular medidas que protejan al ciudadano no solo como contribuyente, sino también cuando trabaja. ¿Cuándo se debe parar? ¿A qué está obligado quién contrata y cuándo puede ejercer ese derecho el contratado? Quizá marcar las reglas y hacerlas cumplir aliviaría la preocupante estadística.
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