Opinión | El artículo del día

Mayores

Confieso que he decido, o es que igual no me queda ya más remedio que aceptarlo, que ya soy miembro de un gran colectivo: el de los llamados mayores.

Reúno gran parte de los requisitos para ello: soy abuelo y presumo de serlo; cobro una pensión (en mi caso de algo de nombre tan poco apropiado, o quizás sí, como son las «clases pasivas del Estado»), y hablo casi siempre de cosas del pasado, que por supuesto son siempre mejores en todos los sentidos que las actuales. Reconozco que debo esforzarme todavía en encontrar un grupo para salir a andar a primera hora de la mañana (es lo que tiene levantarse muy pronto); conseguir algún viaje del Imserso a la playa donde gozar de los bufetes libres de hoteles de tres estrellas; y ver en el centro de mayores de mi barrio, a la hora del café, como mis coetáneos juega al guiñote... con la esperanza de que algún d          ía seré yo quien juegue.

Me dice un insigne miembro del colectivo, con cargo y todo en una de las asociaciones que nos reúne formalmente defendiendo nuestros singulares intereses, que la Dirección General de Mayores del Gobierno de Aragón (igual dentro de no mucho también tendré otras direcciones generales que me afecten como la de miopes o alopécicos), está preparando una ley bajo el título de : «Ley integral de Derechos de las personas mayores de Aragón».

Lo primero que se me viene a la cabeza como viejo jurista, perdón, jurista mayor, es a quién va a dedicarse esa nueva norma, o como decimos los leguleyos, cuál va a ser su ámbito subjetivo. Si, ya se que es para los mayores, pero quién es mayor hoy día, y si de verdad el posible colectivo requiere una ley únicamente para él.

Si hablamos de menores es evidente que tenemos un colectivo identificable, y que dada su vulnerabilidad, requiere normas específicas, hasta en el ámbito penal, pero cuando pasamos al otro extremo de la vida, el próximo al final, ¿esto también es así?, ¿caben leyes para veinteañeros como diferentes de los cuarentones?, ¿también serán diferentes entre los de setenta y los de noventa?, y lo que más temo, ¿nos llevará a que a quién se le asigne la condición de mayor ya no le sean de aplicación las normas del resto?

Llevo tiempo diciendo que muchas veces cuando se crean normas específicas para determinados colectivos, en el fondo lo que se está haciendo es empezar a discriminarles, y que cuando un anteproyecto como el que nos ocupa, que está ya en un proceso público participativo, señala que su pretensión es reconocer y garantizar los derechos de las personas mayores, prevenir y erradicar cualquier forma de discriminación, promover su participación activa e inclusión en todos los ámbitos de la sociedad, impulsar su bienestar integral y velar por el respecto a su autonomía y capacidad de decisión, todo lo cual debería ser si mismo aplicable a cualquier ciudadano sin importar su edad, quizás es la muestra de que para nosotros, los mayores, la sociedad ya ha tomado la decisión de considerarnos diferentes, y que quizás ya nos ve algo fuera de ella.

Ya decía el bilbilitano Marcial en la Roma imperial que todos los excesos hacen breve la edad y penosa la vejez, no quiere ni pensar cómo será para los que nunca nos hemos excedido en la vida.

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