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Opinión | EL MIRADOR

La ciencia y el arte, su identidad cultural y social

Promover los conocimientos, sustentados en el desarrollo de nuestra historia, da lugar a conocer los conceptos que nutren el significado de lo que cultivamos, base imprescindible para crear una ciudadanía libre y social con la función de integrar y crear identidad. La cultura representa el patrimonio que se tiene, actúa como base para prescribir el futuro, para tener criterio y razonamiento como base de protección íntegra. Por evidencia, la cultura no se puede utilizar como mero instrumento de interés político, no sirve como herramienta para conseguir un distintivo porque acaba perdiendo valor convirtiéndola en algo estereotipado. Está constatado que la cultura es un agente económico significativo en las industrias creativas, produce nuevas oportunidades para futuras inversiones, es un potencial de desarrollo a través de la diversidad cultural de las artes plásticas y escénicas, la música y la literatura.

Es necesario entender la cultura en su totalidad, ver el significado y el poder sustancial que genera en la ciudadanía como fenómeno insignia en los seres humanos, facilitando el diálogo y la transformación social. El conocimiento de la cultura debería de ser valorado en el ámbito político para que no se pierdan los beneficios que contiene, manteniéndolo como el motor más potente para el progreso. En el «siglo de las luces», Edad Moderna a pesar de los conflictos que acaecían se tuvo muy en cuenta la importancia que tenía, hubo un importante desarrollo social, personajes como Rousseau o Immanuel Kant concibieron que para cultivarnos ha de ser a través de la ciencia y el arte como conocimientos y saberes en el desarrollo de nuestro aprendizaje. En aquella época, la cultura consiguió eliminar dependencias, vasallajes, llegando a un proceso de transformación con la Revolución Industrial que despegó el poder económico en Europa. Los beneficios que genera la cultura se determinan en el bienestar de todos, sin exenciones.

En la contemporaneidad actual hablar de cultura es también valorar los entendimientos y las actuaciones de nuestra comunidad cuando las formas y maneras se convierten en prácticas insociables, eso que llamamos la mala educación, no me refiero a la película de Pedro Almodóvar, sino a esas prácticas que fomentan la falta de respeto y valores éticos generando discordias, fomentando la ignorancia con actitudes dañinas en la sociedad, algo habitual que se percibe a diario en las estancias políticas y por ende se transmite a los habitantes. La cultura es la base de la educación, tema éste muy laborioso que abarca más allá de la construcción de conocimientos, pero cuando las dos están estrechamente comunicadas crean independencia y nos llevan a recordar la icónica obra de La libertad guiando al pueblo, realizada al óleo sobre lienzo en 1830 por el artista romántico Eugéne Delacroix.

La creatividad apoyada en los aprendizajes logrados y en los conocimientos asentados desarrollan el pensamiento crítico, conseguimos tener nuestras propias razones y eso se traduce en tener mejor toma de decisiones aportando múltiples beneficios, lo hemos conocido en el patrimonio que han dejado los investigadores, científicos, escritores y artistas plásticos. Es evidente que todos ellos, que han formado parte de la creatividad, coinciden en los resultados del logro. La evidencia nos lleva a recordar la crisis en la que estamos, no sé si pasando o permaneciendo en el ingenio del arte de los artistas visuales, el tiempo lo dirá, pero se está haciendo largo y extenso en el ámbito artístico. Hasta la pintora Isabel Guerra comentaba en la entrevista que le hicieron en TVE que no hay apenas galerías de arte, ni exposiciones de arte, una apreciación generalizada en la ciudadanía y en los propios creadores.

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