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Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Gallos sin casta

Dentro del amplio espectro de la novela negra destaca un subgénero de difícil definición, pero muy claro en su fondo y forma: aquel que desciende a las cloacas de la sociedad, al mundo de las cárceles, del hampa, de la marginación...

Autores como Elmore Leonard, en Estados Unidos, o Juan Madrid, sin salir de España, han profundizado en esas oscuras bolsas de las grandes ciudades donde los héroes literarios no son tales, sino claros antihéroes en la línea o herencia de aquel Lazarillo de Tormes que, de manera muy pertinente, aparece citado en las primeras páginas de Gallos de poca casta (editorial Alrevés). Novela de Gloria Trinidad que me ha invitado a trasladarme a esos mundos míseros y ricos a la vez, siempre a la orilla de alguna turbulenta pasión, de la violencia, del delito.

Gallos de poca casta está ambientado en el Madrid de la llamada «costa brava». Irónicamente conocida así por reunir barriadas, además de periféricas, muy degradadas. En cuyas pobres viviendas, locales, almacenes y bares pulularán una serie de personajes poco recomendables para alternar con ellos en una cotidiana realidad, pero utilísimos para la disciplina literaria que Gloria Trinidad propone y domina con un veraz realismo. Siendo, asimismo, de alabar su buen oficio –y más para tratarse de una primera novela– que le permite aplicar el recurso de combinar distintas tramas con un argumento de fondo en torno a la actividad de los «aluniceros» y atracadores de cajeros automáticos. Su modus operandi, el uso de explosivos, de armas, va acompañado de un perfil de estos «tipos» que sorprenderán al lector por su particular visión de la vida, del destino y del dinero.

Una novela dura y humana a la vez, con dosis de humor que endulzan la amargura del entorno y que harán sonreír al lector por su ingenio transgresor de una serie de convenciones que aquí aparecen, sin compasión, dinamitadas.

En Gallos de poca casta hay personajes castizos, o más bien característicos de una filosofía suburbial de supervivencia que ignora deliberadamente los parámetros y fronteras de la ley. Hay, sobre todo, interés y acción, buena literatura.

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