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Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

Identidad narrativa

Nos constituimos en el tiempo y en el relato. Somos una identidad narrativa. Ese melón lo abrió Paul Ricoeur en Tiempo y narración, donde definió el cronos humano como una intersección del tiempo histórico con el de la ficción. El relato es la dimensión lingüística que otorgamos al decurso temporal de la vida, y nuestra identidad, por tanto, se iría conformando por mediación de la función narrativa. Como todas las construcciones filosóficas solventes, la de Ricoeur nos sirve para explicar nuestra vida y nuestro presente; una actualidad donde priman los relatos de los nacionalismos más simplificados, amarrados a ficciones unilaterales y excluyentes. La identidad que se desprende de las reflexiones del pensador francés es, por contra, compleja, multilateral y en permanente construcción y revisión. Ser español, por ejemplo, puede asumirse atendiendo a una narrativa esencialista, unívocamente racial y religiosa que, de facto, niega todo el complejo devenir histórico de la península Ibérica con su continuada sucesión de culturas y credos. Es, como revela Preston, el relato que sirvió a Franco para el exterminio de los «malos españoles» y es el que ahora, convenientemente remozado, asume la ultraderecha y, cada vez más, los conservadores.

Juan Goytisolo reflexionó sobre la condición de ser español en Señas de identidad (1966), escrito en el exilio antifranquista de Marrakech, una ciudad plagada de referencias andalusíes, una de las señas que el escritor reivindica, junto a otras, para el caleidoscopio de nuestra esencia. La Transición recuperó esa complejidad identitaria peninsular, destapada durante la II República, e intentó canalizarla con un «café para todos» que no contenta a casi nadie. Lo que hace rica y compleja a España es precisamente esa heterogeneidad, esa lasaña gentilicia con múltiples capas que reclamaba el protagonista de la trilogía de Goytisolo. Pero vivimos tiempos de unilateralidad, de verdades absolutas nada científicas regurgitadas por el gran cacareo digital.

Por eso hoy, Álvaro Mendiola, héroe de la citada trilogía, sería probablemente apaleado en según qué foros. Simplemente por reivindicar la historia tal como fue, y a los españoles tal como somos, hijos de múltiples migraciones provenientes de los cuatro puntos cardinales que fueron superponiendo diferentes civilizaciones y religiones. Como presagiaría Ricoeur, el tiempo nos dará la razón, pero, entre tanto, los daños infligidos pueden ser -han sido ya- muchos.

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