Opinión
Va de mujeres...
No se pueden externalizar servicios esenciales, y la protección a las mujeres víctimas del maltrato lo es
En la semana grande de Zaragoza, las fiestas del Pilar, bien estaría hablar de los actos programados, el color y el ambiente que llena las calles, el arranque pre-fiestas con el padre Guilherme y la cesión gratuita de uno de los espacios más emblemáticos de nuestra ciudad, el maravilloso pregón «de cine», zascas incluidos... e incluso animar a darlo todo, a quienes «de aquí» o foráneos, deciden disfrutar de estos días sin olvidar que hay muchísima gente al otro lado de la tarima, velando porque todo salga según lo previsto y también por nuestra seguridad. Creo que todas esas personas que trabajan en distintos servicios, municipales y ajenos, que también lo dan todo desde la responsabilidad que asumen, merecen un agradecimiento explícito.
Pero más allá de esta mención, me permitirán los lectores que ponga el foco en algunos temas candentes que han ido surgiendo los últimos días y que me tocan la fibra especialmente, porque de nuevo, somos las mujeres, las que estamos en una casilla de la rayuela a la pata coja.
Aludir a un fallo técnico producido en la migración de los datos por un cambio de contrata cuando cientos de mujeres han estado desprotegidas contra sus maltratadores durante meses es cuando menos insultante, Sra. Redondo. No basta con escudarse en que ninguna mujer ha sido asesinada en ese periodo... querrá decir ¡afortunadamente! porque en ese caso quizá estaríamos hablando de otro tipo de responsabilidad. Y es que... todavía cuesta reconocer lo evidente, no se pueden externalizar servicios esenciales, y la protección a las mujeres víctimas del maltrato lo es. Y... ¿sabe por qué? Porque tiene que ver con una de las emociones más angustiosas que puede sentir el ser humano. Se llama miedo.
Hay un miedo distinto que tiene que ver con ese temor a reeditar debates que creíamos superados, esos a los que quieren llevarnos una y otra vez algunos personajes de la derecha más rancia de este país, que si no fuera por lo serio del asunto parecería un sketch cómico que recuerda a ese bando de alcaldía de una película de Paco Martínez Soria... «Se hace saber, por orden del Sr. Alcalde...».
Que dice el Sr. Almeida, alcalde de la capital, que nos va a explicar a las mujeres, ¿lo qué? El síndrome post-aborto, ese del que no existe literatura científica que lo avale y que debería poner en duda nuestra soberanía (¿nuestra capacidad?) para decidir sobre nuestra vida y nuestro cuerpo. Barbaridades como ese aumento de probabilidades de ser alcohólicas o el incremento en un 60% del riesgo de morir al año siguiente son las que hemos tenido que escuchar, y no sé si este hombre ha reflexionado sobre lo que significa desinformar, malinformar o directamente mentir, que es lo que están haciendo. Es una forma de acoso y de violencia institucional que no dista mucho de lo que hacen algunos «ultras» en la puerta de las clínicas.
Quiten sus manos de nuestras decisiones y de nuestros cuerpos que hace cuarenta años que se aprobó la ley del aborto, algo por lo que nuestras madres pelearon en las calles durante décadas.
Pero el colmo de la gravedad nos llega de un poco más al sur. Miedo y muchísimo dolor porque no sólo me afecta como mujer, sino como paciente oncológica. Dos mil pruebas dudosas, dos mil mujeres no informadas sobre los resultados del programa de cribado contra el cáncer de mama... Testimonios que denuncian un año después, que nadie les dijo que sufrían la enfermedad. ¡¡¡Un año!!! Sólo quienes esperamos un diagnóstico o una revisión sabemos la lentitud con la que pasa esa semana desde que te sometes a toda la retahíla de pruebas hasta la cita con oncología, y paradójicamente lo rápido que te va la cabeza. Si todo está en orden, son seis meses de respiro, con planes «medidos» no sea que te hagas demasiadas ilusiones, pero si no...
El mundo se hunde bajo tus pies. No quiero ni imaginar... ¿no ser informada hasta un año después intuyendo que entras en tiempo de descuento? Que dice la consejera de Salud de Andalucía que no es para tanto, que el 98% de esas mujeres no tienen cáncer, que ese margen del 2% es asumible, 40 casos de nada... ¿Cuántas aún no lo saben? ¿Cuántas en el camino?
Señora mía, con la sensibilidad donde tienen el aguijón las avispas, no son casos, son mujeres, con rostro, con nombre, con proyectos de vida, con familia... Con que hubiera una sola mujer en esta situación, Sra. Hernández Soto, primero y desde la humildad, debería disculparse, e inmediatamente después marcharse a su casa avergonzada. No olvide que en el bombo hay numerico para todas, incluida usted .
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