Opinión | Sala de máquinas
La Ofrenda
El documental, dirigido por Daniel Latorre con guion de Javier Fajarnés, que hoy y mañana emite Aragón TV sobre La Ofrenda del Flores a la Virgen del Pilar merece la pena verse y disfrutarse por su amplio, contrastado y ameno contenido en torno a uno de los fenómenos de masas más interesantes y llamativos del país.
No es habitual, ni mucho menos, que más de trescientas mil personas se manifiesten cada año en torno a un motivo o figura, haciéndolo siempre con la misma o mayor ilusión y bajo las reglas de un ritual que cada cual interpreta un poco a su modo, eligiendo el vestuario, las flores y los cantos y bailes con los que participará en una ceremonia colectiva de gigantescas dimensiones.
La Ofrenda fue ganando adeptos a raíz de la reforma que de su diseño y estructura se hizo a finales de los años noventa, siguiendo la inspiración y el modelo propuesto por Bigas Luna. Un cineasta, a priori, poco o nada pío, pero que, fascinado por la masiva afluencia de devotos a la Virgen, participaba en este acto tan popular en unión de su mujer, Celia, zaragozana, y de sus hijas, sin que acabara de gustarle el diseño antiguo. Gracias a su mirada de director de cine, supo reformarlo con un posible «tiro de cámara» que abarcase la plaza del Pilar (como, en efecto, se logró con la nueva ubicación).
A partir de entonces, el sustrato de varias décadas de devoción se proyectó con mayor fuerza hacia el futuro. Asimismo, hacia Iberoamérica, donde los devotos pilaristas abundan y se renuevan e incrementan año tras año. Debiendo buscar ese cariño no tanto, o no exclusivamente, en la práctica de la fe católica como en un sentimiento popular que, concentrándose en la Virgen, en su aura de bondad y en su legendaria capacidad para mejorar las vidas, la suerte y, sobre todo, la salud de sus devotos, a todos –cristianos y paganos, mujeres y hombres, jóvenes y mayores–, beneficia.
Un fenómeno, el de la Ofrenda de Flores y la devoción a la Virgen del Pilar, que hunde sus raíces en las señas identitarias de ese Aragón mágico, espiritual, tocado por la universalidad y la leyenda.
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