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Opinión

Los Nobel de la Paz y el nº 140

Este año va a estar interesante la concesión del premio Nobel de la Paz 2025. Solo con la astracanada de que entre los candidatos figure Donald Trump, gracias a otro impresentable como el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que se ha atrevido a presentar su nominación al comité de selección noruego. Otra cosa es que finalmente su candidatura no sea tenida en cuenta. No voy a escribir, «como es natural», porque el mundo que vivimos es de una locura desquiciante, donde todo puede pasar. Solo el hecho de que también esté presentado el loco de Elon Musk hace que la gente normal nos pongamos a temblar. Pero, tranquilos porque este prestigioso Premio Nobel de la Paz de 2025 se anunciará el 10 de octubre y se entregará el 10 de diciembre en Oslo (Noruega). Y entre los candidatos más solventes vuelve a estar el Papa Francisco, y su trabajo constante a favor de la paz mundial. Solo conviene recordar sus últimas palabras ante de morir: «No hay guerra justa. La única salida posible es el diálogo y la construcción de puentes». En alusión al exterminio del pueblo palestino practicado por el Estado israelí.

Este verano en un noticiario de televisión coincidían dos noticias que de esas que hacen chocar los planetas. Una, que Trump sería presentado como candidato al premio Nobel de la Paz. Y otra, desde Argentina donde las Abuelas de la Plaza Dos de Mayo anunciaban, rebosantes de alegría, al mundo que había aparecido el nieto número 140, de los niños robados por la dictadura de Videla. Y todavía quedan 300 desparecidos por encontrar. Su lucha no es en vano: «Donde vayan, los vamos a encontrar», volvían a gritar en rueda de prensa las abuelas, capitaneadas por su presidenta, Estela de Carlotto. Una hermosa mujer de ochenta años, brava e irreductible.

Las Abuelas de Mayo han presentado seis veces su candidatura al premio, siendo siempre aceptadas, la última en 2018, en las que se destacaban su labor en la búsqueda de niños desparecidos durante la dictadura argentina y la defensa de los derechos humanos. En todo este tiempo han conseguido recuperar a 140 niños. El número 140 se llama Metz Romero y apareció en una agenda con su nombre y apellidos.

Su madre, Graciela Alicia Romero, estaba embarazada de él cuando fue secuestrada y permaneció con vida unos días después del parto antes de ser desaparecida. El bebé nació en cautiverio en diciembre de 1976. El caso fue resuelto gracias a una notificación anónima, criado por desconocidos, y fue encontrado gracias a una prueba de ADN. Las Abuelas estaban detrás siguiendo el caso. El nieto nº 140, es hoy un hombre de 48 años y, aunque esté identificado, no se han rebelado más detalles para proteger su privacidad.

La comparativa escuece. Candidatos que arman a los países en guerra y son amigos de un genocida que extermina la vida en Gaza cada día. Y abuelas con coraje que logran encontrar la vida secuestrada por dictadores de antaño que resurgen hoy para vergüenza de la humanidad. Y para mayor escarnio, asistimos al último ejemplo del barco Flotilla Global Sumud abordado por los militares del sionismo palestino, armado hasta los dientes, para impedir que su ayuda humanitaria de alimentos y medicinas llegue a las víctimas del exterminio practicado en Gaza de forma cruel y sistemática. Voluntarios de ayuda humanitaria de varios países que luchan en el mundo para lograr la paz en Palestina, incluso jugándose la vida en una de las regiones más conflictivas del mundo, han sido detenidos en el mar, secuestrados y maltratados en prisión. Afortunadamente y gracias a la presión internacional fueron liberados; y cuentan lo que les hicieron y cómo les humillaron en territorio israelí. Por todo ello también se intenta que el Comité Nobel evalúe el impacto transformador de la flotilla en promoción de la paz en Gaza.

A veces el horror del pasado más tenebroso parece tener réplicas en el presente más avanzado y tecnológico del momento actual, pero siempre hay gente que combate el mal y lucha, protesta, se manifiesta, aprovecha un altavoz para decir verdades que duelen y que se esconden en el peligroso beneplácito de los mansos. Creo que se decía en la Biblia que los mansos no entrarán en el reino de los cielos.

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