Opinión | EN EL PUNTO DE MIRA
El interés general
El pasado día uno de octubre, el ministro de Fomento inauguró el tramo pendiente de la autovía Huesca-Lérida. Los 12,8 km. entre Siétamo y Huesca vieron la luz tras siete años de obras, retrasos, recursos judiciales, complicaciones medioambientales, expropiaciones conflictivas y algún que otro desastre natural. Mucho tiempo desde la primera piedra colocada en 2005. A pesar de la paralización de inversiones entre 2012 y 2018, la recuperación en estos últimos años ha sido extremadamente larga.
La satisfacción por terminar una obra fundamental para el desarrollo económico y social de Huesca parece que no ha sido suficiente motivación para que la alcaldesa de la ciudad, el presidente de la comunidad o el consejero de turno estuvieran presentes en este acto para mostrar tanto la alegría por la finalización de la obra como la reivindicación de mayor rapidez en la ejecución de las obras públicas que nos afectan.
De nuevo, los intereses del partido, en este caso los del PP, prevalecen sobre los intereses de los ciudadanos; otra vez vale más un titular negativo y de confrontación con el Gobierno central que un acto de autoafirmación y reivindicación positiva de algo que es enormemente positivo para los ciudadanos, aunque las obras deberían haber terminado hace diez años.
Nuestros gobernantes han perdido la oportunidad de hacer pedagogía de lo público, de mostrar que la inversión realizada tiene como objetivo el bien común y que las comunicaciones, como otras muchas actuaciones que se hacen en torno a nuestras vidas, se hacen con los impuestos que benefician a todos por igual.
No entiendo el desplante de la alcaldesa de Huesca. ¿Alguien se imagina al alcalde de un pueblo cualquiera ignorar la inauguración de su circunvalación? Ser alcalde, como ser presidente o consejero de una comunidad autónoma, conlleva en el cargo representar a todos los ciudadanos, tanto en los actos que gustan como en los que disgustan. Utilizar el cargo para hacer de ariete partidista en un acto como este significa cargarse el principio constitucional de la democracia representativa. Obviar que tanto el Ayuntamiento de Huesca como la comunidad autónoma son el Estado es muy, muy peligroso.
Para protestar por los retrasos hay otras muchas instancias. Incluso ese hubiese sido un buen momento para saber por qué se paralizaron las inversiones entre 2012 y 2018 con el señor Rajoy, qué trámites retrasaron las obras o qué juicios paralizaron algunas expropiaciones. De todo ello, que sí nos interesa a los ciudadanos, nos han privado con el estrambote del desplante.
En democracia, los gestos son parte fundamental del sistema; sin ellos es muy difícil avanzar. El respeto institucional, y hasta personal, forman parte del acervo democrático. El Aragón democrático se ha ido construyendo, no sin grandes problemas, con acuerdos, concertación y respeto. Desde Santiago Marraco, pasando por Hipólito Gómez de las Roces, Santiago Lanzuela, Marcelino Iglesias, Luisa Fernanda Rudi, hasta Javier Lambán, todos han remado sumando esfuerzos, todos han buscado acordar o pactar los grandes temas, al igual que los empresarios y sindicatos con más de veinte acuerdos de concertación en cuestiones muy diversas.
Porque en todos ha pesado de una u otra forma el interés general antes que los intereses gregarios o partidistas. Ese espíritu es el que nos ha permitido pactar en esta tierra desde las transferencias de educación, sanidad y bienestar social, hasta el pacto del agua, las infraestructuras fundamentales, el apoyo al sector del auto, la apuesta por la logística, la opción del polígono Plaza, el pacto contra la violencia machista, la reconversión minera, la Expo 2008, parte de la planificación urbanística, las políticas de vivienda, el Estatuto de Autonomía de 2007... Y todo porque sabemos que nuestro peso poblacional es poco y nuestro territorio mucho, porque sabemos también que solo con el buen hacer podemos competir y avanzar.
No es constructivo romper esta tradición política, y tanto desde DGA como desde el Parlamento y los ayuntamientos de las tres ciudades se orilla el interés general, se alimenta el conflicto y se busca la confrontación. Nuestro modelo de convivencia nunca ha estado mirando ni a la Puerta del Sol ni al Palau de la Generalitat. Por mucho que haya tensiones de algunos que desde la extrema derecha quieran romper esta tradición de gobierno y convivencia, hay que resistir, hay que aguantar y superar las contradicciones, porque lo que nos ofrecen es el caos, el atraso, la confrontación y las penurias.
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