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Opinión | Sala de máquinas

'Rosa y negro'

Los géneros literarios se inventaron para seducir a grandes masas de lectores. Desde el primer momento, supieron reunir amplias parroquias la novela histórica, el melodrama o los cuentos de terror. Con el tiempo, se fueron agregando otros, con sus correspondientes subgéneros, hasta el actual momento editorial español, cuando las disciplinas con mayor predilección popular son la novela negra y la novela romántica.

El ayuntamiento madrileño de Tres Cantos ha tenido la sugerente iniciativa idea de albergar un nuevo Festival literario, cuyo programa combina autores y temáticas de ambas especialidades narrativas. La responsable de dirigir Rosa y Negro –con este nombre se ha bautizado el ciclo–, es la escritora Marta Robles, profunda conocedora de los géneros y destacada autora de más de uno, brillando hoy en la novela negra con su serie del detective Roures y su última y reciente entrega, Amada Carlota.

En esta II edición de Rosa y Negro, en la que he tenido la oportunidad de participar, junto con nombres tan destacados como Carmen Posadas, Megan Maxwell, Santiago Díaz, Alice Kellen, Begoña Oro, Carmen Mola, César Pérez Gellida, María Zabay o Mónica Rouanet, el programa ha combinado encuentros a dos o mas bandas sobre inquietudes, desafíos, cánones y descubrimientos comunes a los autores de «negra» y «romántica»: elección de «asuntos», intrigas, empleo y grado del erotismo y del sexo explícito, de la ambigüedad, voces narrativas, escenarios y atmósferas...

Precisamente sobre estos dos últimos aspectos me tocó intervenir junto a la joven e interesante escritora –además de psicóloga– Carolina Casado. Perteneciente a una nueva generación del género romántico que está dejando atrás –los ha abandonado ya– algunos de sus cuestionables tics fundacionales, derivados del absurdo éxito de 50 sombras de Grey (clichés como, por ejemplo, la veneración al macho alfa y la sumisión de la mujer al poder y al dinero), Carolina se esfuerza para dotar al género de una mayor variedad, realismo y autenticidad, convirtiendo los viejos arquetipos en personajes representativos de personas de carne y hueso.

Ánimo, por tanto, al Ayuntamiento de Tres Cantos, a su concejal de Cultura, Elisa Miguel, y a la siempre intrépida y eficaz Marta Robles, para asentar y dar continuidad a este hermoso y atractivo proyecto cultural.

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