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Opinión

El hombre rebelde

Hace poco, un grupo de amigos, catorce personas jubiladas, tuvimos una fraternal comida. En la sobremesa, les propuse reflexionar y debatir sobre el tema que ya previamente les había anunciado: la rebeldía. Les sugerí que nos sentáramos formando un círculo, donde todos podíamos vernos las caras. Así, tomando nuestro cafelito, comenzó una tertulia en la que me erigí como incitador.

Les formulé varias preguntas que fueron contestadas por la mayoría: ¿eres rebelde?, ¿qué significa para ti la rebeldía? ¿Se puede ser rebelde siendo ya una persona jubilada? Tengo que decir que mi sorpresa fue muy grata. Es verdad que hubo opiniones diversas, pero en su conjunto comprobé la riqueza de pensamiento que se acumula en las personas a lo largo de la vida. Recordé a Sócrates, que tenía la habilidad de preguntar a la gente y sacar a la luz la sabiduría que hay en su interior. No hace falta ser titulados en Filosofía para expresar ideas que ya han sido objeto de estudio por importantes filósofos y pensadores.

Llevo ya tiempo que estoy interesado en este asunto de la rebeldía. Hace unos años cayó en mis manos un libro cuyo título y contenido me encantó: La educación como rebeldía, escrito por Oliveros F. Otero. Ahora estoy sumergido en la lectura de un ensayo de Camus, El hombre rebelde, que aborda esta temática con una gran precisión y maestría. En sus reflexiones, este filósofo, parte de una pregunta central: ¿qué significa que un hombre diga no? El «no» es el inicio de una rebelión, es la negativa a aceptar una condición considerada injusta o degradante; es la toma de conciencia sobre una realidad que está infligiendo sufrimiento humano; es la negativa de la persona a aceptar que alguien viole los propios derechos.

Por eso, al mismo tiempo, la rebeldía implica un «sí»: la afirmación de un valor humano compartido, de un límite que no debe ser sobrepasado. Cuando alguien dice «no» y se rebela es porque ha tomado conciencia de una realidad indigna del ser humano, que le oprime y le descoloca de su condición psíquica y antropológica. Vivimos tiempos en los que es necesario practicar la rebeldía. Estamos inmersos en una ola mundial de situaciones injustas que están degradando y deshumanizando a la persona.

Necesitamos tomar conciencia de los problemas que nos están arrastrando hacia esclavitudes que se van infiltrando e infeccionando de manera sutil en lo más íntimo de nuestro ser personal y social. La esclavitud en nuestro mundo civilizado no se ha producido de manera súbita, ha sido un proceso silencioso e invisible que nos va ahogando en un proceloso mar donde abunda la injusticia, la degradación y la pérdida de libertad.

Nuestra rebeldía debe orientarse, como expone Camus, contra el absurdo intolerable de imposiciones que afectan a la dignidad humana. Debe ser una actitud ética, solidaria y generosa, que no sólo se rebela de manera individual sino también comunitaria y colectiva. De igual modo hay que considerar que, a veces, algunas rebeldías absolutas pueden transformarse en tiranías totalitarias, de manera que quien ha sido oprimido, ahora se convierte en opresor.

Siempre que haya motivos debemos ser rebeldes, a cualquier edad. La primera rebeldía que deberíamos practicar es contra nosotros mismos, cuando damos pábulo a nuestras iniquidades, a nuestro mal carácter, a la permanente dominación que queremos ejercer sobre los demás. De nada sirve querer rebelarse contra los problemas del mundo entero cuando cada uno de nosotros estamos siendo injustos en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro entorno social.

Por eso, yo me rebelo, primero, contra mí mismo, contra las injusticias y el daño que puedo hacer a mis congéneres; y, al mismo tiempo, me rebelo contra quienes provocan las guerras, contra las políticas sociales y migratorias injustas; contra los terroristas y los genocidas; contra las dictaduras, los ideologismos y totalitarismos beligerantes; contra la corrupción política de nuestros gobernantes; contra aquellos medios de comunicación que programan basura, y defienden de manera partidista la mentira y la corrupción política.

Creo que la buena educación debe ser nuestra aliada en la activación de nuestras rebeldías. El proceso de humanización se produce en la familia, en la escuela y en el medio social en el que se vive. Es aquí donde la pedagogía tiene el papel de promover una educación en valores humanos, una conciencia y pensamiento crítico, y una ética capaz de hacer más amable nuestro mundo.

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